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Eivissa siempre ha sido un sitio visitado, aunque suene cursi decirlo así, por ricos y millonarios (RyM). Muchos de ellos incluso han fijado, de forma estable, su residencia de verano. En su mayoría era un RyM con pedigrí y cuya fortuna les venía de familia o la habían obtenido por su talento. Lo que buscaban en Eivissa no era “lujo” sino “exclusividad”. Como por accidente había surgido un producto exclusivo que poco o nada tenía que ver con la ostentación porque los RyM pasaban desapercibidos y se respetaba su anonimato.

Todo esto ha ido evolucionando y a la caza del cliente RyM se han ido creando áreas reservadas para ellos y servicios específicos de un (supuesto) alto valor añadido. Para ello, los grandes grupos empresariales del ocio compiten para retener al RyM con unos servicios de alto coste de producción (grandes inversiones y gran número de asistentes).

Esto, sin duda, está suponiendo una colosal transformación del “producto Ibiza” puesto que los RyM no nos visitan porque busquen el lujo, que indudablemente ya tienen en su países, sino por la exclusividad del entorno, la proximidad en el trato y/o, si me apuras, la singularidad (rareza) del servicio prestado.

Este modelo está migrando hacia un lujo más tradicional -espero equivocarme- que está espantando al RyM que tantas satisfacciones nos ha dado. Dará paso a los que podríamos llamar “nuevos ricos”, también personas de una gran fortuna pero diferentes a los RyM. De hecho son más volátiles: “Hoy voy a Ibiza porque está de moda pero mañana voy a… que allí veranea tal o cual RyM”. Son buscadores del aura que rodea a los RyM porque hay cosas, como el gusto, la educación o el saber estar que, si no se traen de serie, es un equipamiento que cuesta de implementar.

Podría equivocarme pero persiguiendo a los “nuevos ricos” llega toda una chusma oportunista que va detrás del derroche y despilfarro de este tipo de ese tipo de clientes. Son aprovechados/as, de buena percha, abdominales rocosos y tetas de silicona que, con un bajo presupuesto, solo aspiran a hacer dinero fácil haciendo sentir importantes a los nuevos ricos.

Finalmente, tras ellos viene un turista, por llamarlo de alguna forma, que no tiene el menor interés por la esencia de la isla y que aguantará penurias y altos costes si ello le supone decir que ha estado en tal o cual establecimiento de moda.
¿Es posible que vayamos en estampida hacia un acantilado?