La autora parisina afincada en Barcelona Camille Vannier (1984), este miércoles en Rata Corner, donde ha presentado su último cómic, 'Imbécil' (Astiberri). | M. À. Cañellas

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Normalmente, en las fajas o solapas de los libros se incluyen elogios de personalidades y críticos que coinciden en destacar esa obra por encima de otras. Sin embargo, en su nuevo cómic, Imbécil (¡Caramba!, Astiberri Ediciones), la autora parisina afincada en Barcelona Camille Vannier (1984) ha optado por mostrar seis comentarios reales, nada alentadores, que le dejaron en redes sociales en el que critican su trabajo, entre ellos: «No digo que la chica no tenga chispa a la hora de escribir, pero francamente, si me pongo un lápiz en el culo dibujo mejor! jajaja», «Dejad de usar mano de obra infantil para colorear viñetas» –algo que Vannier considera un gran elogio teniendo en cuenta que «hay artistas que persiguen eso toda su vida– y «Pensaba que para ser ilustrador tenías que saber dibujar... pero ya veo que no».

Probablemente esa sea la mejor carta de presentación de lo que el lector se encontrará en las casi 150 páginas de Imbécil junto con este título que se refiere a sí misma. Y es que este cómic, que ha presentado este miércoles en Rata Corner acompañada por Clara Ingold, es «totalmente y verdaderamente autobiográfico», recoge «una colección de los momentos más lamentables y vergonzosos de su autora», con «dramas capilares, curros de mierda, intoxicaciones etílicas y alimentarias, un walk of shame absolutamente épico y hasta vacaciones en la casa en la que se alojó Brad Pitt (o tal vez no)», reza la sinopsis.

Esta recopilación de anécdotas se dividen en tres partes: Ruin, Loser y Borracha. «En redes todo el mundo pone fotos de lo que bebe, come o hace. Lo odio. ¿Qué más da todo eso? ¿A quién le importa? Todo gira en torno a lo guay, pero me parece aséptico y poco interesante. Lo interesante de la gente son sus defectos, es lo que nos hace diferentes, eso que hace que no entremos en el molde: el hacer las cosas mal, equivocarse, caerse cuando la gente te está mirando y te sientes como una mierda. Pero claro, eso es precisamente lo que no se explica en redes. Antes de internet vivíamos mucho mejor. Me doy cuenta de ello cuando tomo unas cervezas con mis amigos y les cuento este tipo de aventuras. Al final siempre terminamos riéndonos. Que a uno le vaya todo muy bien no me interesa mucho la verdad, no es gracioso», razona.

Imbécil sigue la estela de su anterior obra, Sexo de mierda–publicado por el mismo sello en 2022 y que recibió el Golden Globo a la Crème de la crème del humor–, aunque este último se centraba, como indica el propio título, al sexo. En todo caso, en Imbécil la exhibición de sus miserias roza, si es que existe el concepto, la ‘autopornografía emocional’, pero también desvela la hipocresía social y la precariedad laboral. «Es cierto que me desnudo mucho, pero supongo que es por la barrera del idioma. Aunque he vivido tanto tiempo en París como en Barcelona –veinte años en cada ciudad–, creo que me resulta más fácil contarlo en castellano que no en francés. Es como si no fuera tan consciente, como si fuera una actriz», compara. «Ahora estoy intentando que salga en francés, será entonces cuando mis padres descubran mi dark side», bromea

Así las cosas, este cómic constituye también un ejercicio de honestidad. «Hay quien me ha preguntado por qué me he dibujado así, tan desfigurada y fea, ya que podía aprovecharme y dibujarme mejor. Es que yo soy así. Si no me peino cada media hora parece que he ido por la autopista con un coche descapotable durante horas. Pero es que hoy en día tienes que ser como una muñequita. Puede que sea una boomer, pero tengo la sensación de que las chicas jóvenes se operan un montón y luego están los filtros de Instagram», lamenta. «Todos somos unos mierdas, pero fingimos no serlo, por educación, porque hay que comportarse, no puedes decir lo que piensas, excepto en redes. Hay un largo camino por recorrer», resuelve.