Menéndez Rojas posa con algunas de sus obras que exhibe en la galería Marimón de Palma. | Pere Bota

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«Un pintor siempre lleva a cabo una investigación sobre él mismo cuando trabaja. Al final, esa búsqueda es la misma que la de la humanidad y se proyecta como un fractal, que es una pieza o un cuadro que se puede observar. De esta manera, quien ve esa obra percibe esa misma búsqueda ancestral», razona Menéndez Rojas (Palma, 1956), que este jueves inaugura, a las 19.00 horas, su nueva exposición en la galería Marimón de Palma. Bajo el título Missatgers (de l'aire), el artista profundiza en el significado de la mirada y la conciencia a través de unos entes fantasmagóricos que parecen moverse en el terreno indefinido y pantanoso de los sueños.

Así las cosas, no es de extrañar que algunos califiquen el trabajo de Menéndez Rojas como «fuera de su tiempo», según él mismo reconoce, aunque puntualiza que «yo no quiero estar fuera del tiempo ni dentro de él». ¿Quiere trascender, entonces, como todo artista? «Los artistas tenemos tiempo para pensar en este tipo de cosas porque nuestro trabajo consiste precisamente en ello. En otros trabajos no te puedes parar a pensar, aunque llega un momento en el que percibes las cosas como un todo o como un jugo de experiencias. Todo forma parte de la experiencia común y llegas a ser consciente de que no necesariamente es algo que se limita a los creadores, sino también a albañiles o los que hacen las salchichas frankfurt; todo eso lo hace con consciencia y es consciente de qué repercusión tienen esas salchichas en la gente que te rodea».

De esta manera, Menéndez Rojas compara el carnicero con el pintor. Efectivamente, afirma que «la actitud de quien hace salchichas debería ser la misma que del que pinta cuadros». Esa actitud de la que habla, aclara, es la que tiene que ver con la «observación de lo que vas haciendo y ser consciente de ello». La consciencia, de nuevo, es clave para el creador. Pero, ser consciente de todo, ¿no puede resultar agotador? «Depende, porque si ves la consciencia como un objetivo, al final la percibes y la disfrutas como tal, como un proyecto. Si eres consciente de disfrutar las cosas conscientemente, te diviertes dejando de ser consciente y, al final, no puedes sentir la propia diversión, nunca te llena del todo y siempre necesitas más. Etimológicamente, 'diversión' quiere decir salir del camino. Si te gusta el camino y eres consciente, la diversión provoca que lo pases mal. Pero si el camino no te gusta y no eres consciente o estás sufriendo, la diversión te quita ese sufrimiento, pero probablemente te pone otro en su lugar. Un ejemplo es el tabaco: un fumador piensa que le gusta el tabaco, pero en realidad lo que le gusta es que fumar le alivia la ansiedad de no hacerlo. Es una dependencia física y luego también psicológica. Es una distopía», explica.

En su caso, Menéndez Rojas reconoce que disfruta pintando y no tiene ningún tipo de dependencia. «Mi estudio está en Alaró, en el campo. No me presiono, simplemente paseo por el campo, contemplo los algarrobos y, cuando de repente me viene una imagen a la cabeza, intento reflejarla en un lienzo, en mi taller. No son cosas concretas, por eso mi arte es figurativo. De todas maneras, tengo que concretar esa imagen para poderla compartir y transmitir mis sensaciones a los demás. Son sensaciones abstractas que forman parte de la sensibilidad del espíritu, no es racional».

Volviendo a la trascendencia, Méndez Rojas apunta que «en realidad, todo artista quiere trascender, pero eso no quiere decir que no se quieran integrar en su tiempo, creando imágenes que se correspondan con su época o incluso con el presente más inmediato». «Todas las opciones son lícitas, siempre y cuando no se haga inconscientemente o por seguir unas modas o tendencias, que sería algo muy superficial. Yo, por ejemplo, en mis comienzos generaba imágenes de mi época, vestía las figuras con ropa de los 70 y los 80, pero después fui desnudándolas, por eso ahora no tienen ropa. De hecho, casi no tienen ni cuerpo, está integrado en la atmósfera que las envuelve. Los límites se difuminan. Son como fantasmas. De hecho, hay un cuadro que se titula Bubotes y el único que tiene un paisaje específico es otro en el que aparecen las montañas de Alaró que veo desde la ventana de mi estudio».

Sobre la inconsciencia que impera en la sociedad actual, el artista lamenta que «la movilidad y la velocidad frenética lleva a la inconsciencia colectiva porque no hay tiempo de digerir nada». Y es algo que, denuncia, promueve el poder económico: «La gente inconsciente es más fácil de dominar. Si le das una maquinita a un mono, que es lo que somos, estamos controlados, distraídos, no nos cuestionamos nada. Así nos quieren, como una herramienta de producción o de consumo». Así, con esta exposición y con todo su trabajo, Méndez Rojas afirma que «me basta que la gente se sienta removida, pero no quiero transmitir un mensaje concreto». «El mensaje de estos missatgers de l'aire son para mí, pero los transmito aquí, los he plasmado en algo físico y material, pero cada uno tiene que hacerse sus propias preguntas y llegar a sus propias conclusiones. A partir de ahí, ya se conecta con la consciencia universal porque, como decía, somos fractales, partes muy pequeñas», matiza.