El filósofo Josep Maria Esquirol este martes en Palma. | Pilar Pellicer

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El saber no ocupa lugar, pero las personas interesadas en saber sí y ayer Ca n’Oleo vio su patio totalmente lleno por la conferencia del filósofo Josep Maria Esquirol, quien a invitación del Cercle d’Economia de Mallorca participó en un acto conducido por Quico Maura y en el que presentó su libro La escuela del alma. La tarde sirvió a su vez para rendir homenaje a Nuccio Ordine, filósofo italiano fallecido el año pasado y que visitó Palma en un acto del Club Ultima Hora-Valores en colaboración con el Cercle.

¿Qué propone su nuevo libro?
Es una reflexión sobre lo que significa que una persona se forme y sobre la madurez humana. Tiene que ver, efectivamente, con el factor educativo y con el horizonte de lo que entendemos por lo más humano y que desborda los límites de lo que normalmente se entiende por educación.

¿Por qué el uso de un concepto tan metafísico como ‘alma’?
Porque hay palabras bellas, bonitas, que es importante no perder, aunque no formen parte de la terminología que más se usa y aparentemente más rigurosa, eso no significa que no tengan una fuerza, un valor y una riqueza que nos permita pensarnos a nosotros mismos. ‘Alma’ es una de estas palabras e intento recuperarla.

Una de las bases del conocimiento es que quienes aprenden en un punto común lo hacen para avanzar hacia nuevos saberes, ¿cree no obstante que a las humanidades les cuesta, por su circularidad, competir con saberes como la ciencia o la técnica?
Yo creo que estamos en un crisis cultural profunda y eso significa que no sabemos exactamente hacia dónde queremos ir ni adónde queremos llegar. Es una crisis que no solo tiene que ver con la organización del currículo de la enseñanza, es más profunda, y se trata de ver si en esta difícil situación podemos vislumbrar algo que nos oriente aunque sea poco, porque en este contexto, poco es mucho.

¿Qué papel juegan en este contexto las humanidades y sabios como Nuccio Ordine?
En esta desorientación importan quienes transmiten la bondad de la lectura de los grandes textos literarios. Es un testimonio y ayuda, sin duda. No ofrecen una autopista, pero alimenta de tal modo que nos permite enfrentarnos con mayor fuerza. Es el testimonio de la gente de estudio de verdad y contagiar esa pasión merece la pena.

El modelo educativo parece colocar la capacidad del alumno por encima del saber del maestro, ¿hay que lograr un equilibrio en este frente?
No hay que equilibrar nada porque no son figuras contrapuestas, sino complementarias. La dificultad la tenemos en esta especie de saber científico sobre el aprendizaje. Hay gente que cree que la orientación de la vida y la madurez se consigue con estructura técnica, contenidos ordenados, y yo creo que eso es un error, lo fundamental tiene que ver con el encuentro humano.

Antes ha comentado la crisis cultural, ¿nos hallamos ante una crisis de valores también?
Son maneras distintas de decir lo mismo. Se puede aludir a una crisis profunda, de valores también, pero prefiero la primera porque no son solo valores, sino una falta de camino. La cultura significa eso, un camino, una manera de cultivar las cosas para llegar a algo que dé fruto. Falta camino para lograr esto.

¿Hay algo que le pida a la sociedad para enderezar ese camino?
La sociedad es algo demasiado abstracto y no le puedo pedir nada. Sí puedo preguntarme qué puedo aportar yo y esperando lo que tú aportas, si tanto te lo crees, quizás pueda llegar a alguien.

Para finalizar, aprovecho que el homenajeado es Ordine, y le cito en una entrevista con este diario: ‘Poseer la verdad es matarla, el que ama la verdad solo puede buscarla’. ¿Qué opina de ello?
Esta es la auténtica filosofía. Una tendencia, una afinidad. La mejor definición del ser humano es la del filósofo que es quien tiende a la sabiduría porque no la tiene. Si la tuviera no tendería hacia ella. Esto es lo que nos caracteriza más como filósofos que como sabios.