Bernardí Roig, en una instalación que llevó a cabo en el Casal Solleric de Palma hace unos meses. | Jaume Morey

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El artista Bernardí Roig (Palma, 1965) expone La cabeza de Goya en el museo The Phillips Collection de Washington DC. La muestra, que recoge 55 dibujos del creador isleño que adquirió el museo hace dos años, abre un diálogo con los cuadros de Francisco de Goya que posee la propia institución estadounidense. Destaca el Arrepentimiento de San Pedro, la obra del pintor aragonés más importante de la colección. La exposición se inaugurará oficialmente este viernes día 10 como Especial Exhibition durante la Gala Anual que celebra The Phillips Collection y podrá verse hasta el próximo 7 de julio.

La cabeza de Goya hace referencia a la exhumación del cuerpo de uno de los más famosos pintores españoles, en 1888, en el cementerio de Burdeos, donde falleció, solo y exiliado, el 15 de abril de 1828. Cuando extrajeron el cuerpo de la tumba, a Goya le faltaba la cabeza, que nunca fue encontrada.

Encierro

A partir de este hecho, Roig creó, durante el encierro por la pandemia, una colección de dibujos basados en la testa sustraída. «Todos los días iba a mi estudio, muy cerca de mi casa, en Binissalem, pero no ocurría nada», apunta. «Llevaba más de un mes instalado en la parálisis, y una tarde se cruzaron en mi cabeza los rostros ansiosos, deformados y sin anclajes de los personajes del Aquelarre de Goya, con la famosa frase del pintor griego Apeles de Colofón, Nulla dies sine linea (Ni un día sin dibujar una línea)», explica.

Una de las obras de Roig que se pueden ver en esta muestra.

«Me estalló la cabeza, e hice un dibujo diario durante 55 días. Solo uno al día. El primero el 1 de mayo y el último el 24 de junio. Goya es una de las columnas que han sostenido mi adolescencia artística. Mis primeras visitas al Museo del Prado me llevaban siempre, después de saludar a Velázquez y a Zurbarán, directamente a ser engullido por las Pinturas Negras. En esa sala aprendí a mirar, y recuerdo que al salir siempre tenía hambre», destaca el mallorquín.

La serie es el recorrido en imágenes de esa decapitación. Son 55 dibujos sobre papel pobre de 40 x 30 centímetros, «una tentativa de encarnar, en el temblor de una mano que dibuja, la posibilidad de un retrato poliédrico de la cabeza desaparecida», asegura. «Imágenes torsionadas, como en un monólogo, con el propósito de atrapar los restos de frontalidad que hay en los huecos de un rostro antes de que se escapen por alguno de sus orificios», agrega. «Estos dibujos realizados con carbón, grafito y cera conforman un friso lineal y multifacial de la cabeza ausente de Goya pero, a la vez, podrían ser mi autorretrato definitivo liberado, al fin, de la esclavitud de las apariencias», concluye Roig.