Marina de Cabo. | Pere Bota

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La piscina como reflejo de la identidad y la memoria, de la mutación continua, un lugar en el que nadar, bucear, flotar o hundirse; un chapuzón puede ser divertido, pero también letal. La piscina es el epicentro de Deixar de fer peu (Sloper, 2024) poemario con el que Marina de Cabo (Palma, 1979) se alzó el pasado enero con el Premi Ciutat de Palma Joan Alcover de Poesia en catalán. Las páginas de la obra –que también se edita en castellano con el sello lsla Elefante– están repletas de influencias y obsesiones, referencias que beben, sobre todo, del cine y la televisión, y algo también de la literatura: Esther Williams, los Gremlins, David Hockney, la última inmersión de Boris Vian, la práctica del balconing en Magaluf o los skaters que reinventaron las piscinas vacías de Los Angeles. Lo presenta este sábado 13, a las 12.00, en la librería Rata Corner de Palma.

Pasados unos meses, ¿ha asimilado ya el Ciutat de Palma?
Realmente no lo sé, lo estoy asimilando cada día, cada vez que me acuerdo. También es cierto que intento darle la importancia que tiene, no deja de ser un escrito más que ha ganado un premio y ya está. Te da seguridad, eso sí, al menos sé que ha gustado a algunas personas, que han sido los premios del jurado. Sobre todo a uno de ellos, Ben Clark, un poeta al que admiro mucho y que ahora es quien me edita el libro en castellano con su editorial. Lo que tengo pendiente de asimilar es que acaba de llegar a las librerías, que todavía no lo he presentado....

Efectivamente, el libro deja de ser suyo para ser de todos. ¿Cómo lo está viviendo?
Lo veo llegar. Lo noto en el sentido de que utilizo menos los posesivos, ya no es mi poemario, es el poemario que ha ganado este premio y que resulta que lo he escrito yo. Me gusta que pase eso, siempre se lo escuchas decir a muchos autores, pero experimentarlo es otra cosa. No sé qué pasará, veo que hay muchas expectativas por parte de la gente que me conoce, ya veremos.

Es su primer libro. ¿Le añade presión?
Claro. Yo he vivido el mundo del libro desde otras perspectivas, he trabajado para editoriales, corrigiendo textos, en librerías, pero como autora es mi primera vez. Me hace mucha ilusión, sobre todo de cara a Sant Jordi, vivirlo desde esta otra posición.

¿Cómo se definiría como escritora?
No es el primer libro que escribo, sí es el primero que se publica. Y aunque no escribo solo poesía, creo que es un libro que define mi estilo, un estilo trabajado durante muchos años.

Da la impresión de que tenía ganas de ‘soltar’ estos poemas.
No es un poemario premeditado. Llega el verano y lo paso muy mal, me cambia el humor como a mucha otra gente. El libro se escribió durante dos veranos en Sencelles y Algaida, que no tienen mar, pero tenemos la bendición de las piscinas municipales. Estoy casi enloqueciendo de calor y de repente me meto en el agua y el alivio que siento es radical, es un instante. Deixar de fer peu empieza ahí. Luego se fue juntando con mis propias obsesiones, con la identidad por verte reflejada en un agua artificial, que impide la vida, pero se ve mejor. Ves cómo tu cuerpo se introduce en la piscina y se va formando, pero también deformando.

El libro está repleto de referencias, sobre todo a la cultura pop. ¿Cómo juega con todos esos elementos?
Es algo de lo que tampoco soy consciente más allá de que son mis referencias. He tenido que dejar cosas fuera, por ejemplo me encanta la película La piscina (1969) con Jane Birkin, Alain Delon y Romy Schneider, y sin embargo no me salió nada cuando intenté escribir sobre ello. Tampoco me ha dado tiempo de incluir otros momentos, un ejemplo es que me hubiera gustado haber escrito un poema de la piscina de ‘El Pablo’ en su casa que se ha descubierto en La Soledad [con el reciente ‘caso Jaque Mate’]. Siempre va a haber más piscinas.

El agua de las piscinas divierte, puede sanar, pero también matar, es un escenario lleno de contradicciones, como se refleja en el libro.
La piscina puede matar, también el balconing, es una cosa muy lúdica, puede producir alivio, pero también puede ser letal.

Usted misma ha traducido la versión en castellano. ¿Qué dimensión adquiere el libro en esta lengua?
Me gusta jugar con eso como reflejos de la piscina. Al ser dos lenguas diferentes pertenecen a culturas diferentes, y cada cultura tiene sus matices. En una lengua hay mil maneras de decir las cosas. Es algo con lo que los traductores se encuentran a diario, pero yo no soy traductora, yo lo hago con mis propios escritores y me gusta jugar con eso. Más allá de esos matices, hay versos en los que puede pesar más la musicalidad y otros en los que sacrificas el ritmo por el significado, o a la inversa. La versión en castellano contiene un poema más.

Piscinas llenas, otras vacías; de olas e infinity pools. Son como el reflejo de la propia sociedad.
Los ricos tienen sus propias piscinas y no van a nadar las municipales, y se están perdiendo muchas cosas. Es un lugar de encuentro entre personas. Las piscinas vacías simbolizan el abandono, pero también la sequía. Muchos skaters patinan en piscinas vacías, son como surfers de secano. También se puede nadar en una piscina vacía.

¿Qué espera de Deixar de fer peu?
Que la gente lo lea y no piense que ha perdido el tiempo. Y cuanta más gente, mejor. Si puedo, me gustaría viajar, ir a alguna feria a firmar o a festivales de poesía.