La poeta Clara Fontanet firma 'Sepulcre de fang' (Lleonard Muntaner). | Jaume Morey

TW
3

Una fotografía de la añorada piscina del Mar y Paz de Can Picafort, desaparecida en 2022 tras 52 años de historia, sirve de carta de presentación de la opera prima –al menos en solitario– de Clara Fontanet (Mancor de la Vall, 1988): el poemario Sepulcre de fang (Lleonard Muntaner). La imagen, de Mar Agüera, retrata ese estanque vacío de noche, con restos de arena, hojas y polvo que se acumula por doquier, que es lo que también recoge Fontanet en este volumen en el que aborda la memoria, el paso del tiempo y esos «finales inacabados de historias que tienes que contar para poder considerarlas acabadas». Hablará sobre esta criatura literaria este jueves 11 de abril en Can Alcover (Palma), el día 19 en sa Pobla y el 20, en Sant Joan.

«Sepulcre de fang es un collage de momentos diferentes de mi vida, como bien dice Cati Coll en el prólogo. No quería hacer un libro hablando de una temática concreta, sino que fui escribiendo y, cuando me di cuenta, tenía material suficiente para un libro», explica Fontanet sobre este título, que fue finalista del Premi Salvador Iborra.

Fotografía de Mar Agüera de la antigua piscina del Mar y Paz de Can Picafort.

«Reafirmación»

La publicación de este libro, pues, ha sido como «poner punto y final a una etapa y empezar otra». «Todos estos poemas hablan de cosas pasadas, pero que no están enterradas. Antes no solía acabar lo que empezaba, pero en este caso quería que fuera diferente. Sabía que quería publicarlo, aunque no tenía claro cómo ni cuándo. Para mí ha sido un acto de reafirmación. Comencé a publicar con 18 años en la antología Pedra Foguera [Antologia de Poesia Jove dels Països Catalans, Documenta Balear, 2008] y también en Solstici d’estiu de la Fundació ACA (2007), pero hasta ahora, con 35 años, no me había atrevido o no había encontrado el momento para publicar en solitario. Desde este punto de vista, mi trayectoria ha sido al revés que la mayoría de autores», razona.

En este sentido, Fontanet admite que siempre ha sufrido el síndrome de la impostora. «Muchas veces no me creía lo suficientemente buena como para publicar o pensaba que lo que yo escribía no importaría a nadie. A las mujeres nos han inculcado esa cultura de que tenemos que producir constantemente, hacer muchas cosas y siempre se nos cuestiona todo. Nos pasamos la vida intentando gustar, sea físicamente o a través del trabajo. Yo reivindico el hecho de no ser nadie y no tener que aportar nada, porque nosotras mismas nos bastamos tal y como somos. Desde que nacemos somos así, aún no hemos superado esa fase», relata.

De hecho, continúa, «cuando me preguntan qué soy no sé qué contestar». «Ahora digo que soy gestora cultural porque me dedico a esto, pero hace unos años era periodista, trabajaba en una productora de cine... no siempre he sido la misma persona y con la poesía siempre me ha ocurrido lo mismo. Me decían que si había escrito un poema ya era poeta y en parte es así, pero parece que si no publicas no lo eres», añade.

Humanista

Uno de los poemas más reivindicativos se pregunta por qué «ens estimen malament», escrito un 8-M y en otro refleja la conciencia ecológica, interrogándose sobre qué dirían los animales que hemos matado y las especies que hemos extinguido. «Soy una persona muy conectada con la naturaleza y con los seres, tanto humanos como no humanos. Este lo escribí durante un trayecto en tren, cuando vi un conejo. Me di cuenta de que casi no hay, tampoco mariposas… Pero no es un poema animalista, porque no lo soy, más bien soy una humanista, me gustan las personas. A las mujeres nos matan, pero entre todos nos estamos cargando el medio ambiente», lamenta.

¿Cree, entonces, en las personas? «Sí, creo que todo el mundo es bueno hasta que se demuestra lo contrario, que a veces sucede a menudo, especialmente cuando vas cumpliendo años. Cuando tienes 20 crees que todo el mundo es bueno, pero aprendes a detectar la gente que te apuñala por la espalda. Me considero buena persona y reivindico la bondad. Si alguien es bueno, me tendrá de por vida».