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Mientras Franco y su régimen agonizaban, chicos de 13 a 15 años se reunían por la tarde, a la salida de clase, frente al bar Milán, en la palmesana placeta del cine Capitol. La mayoría eran de los colegios cercanos Pius XII, Sant Rafel y Jesús María, pero también iban por allí vecinos del barrio. Era una generación muy tierna unida por la música. Veneraban el folk de Bob Dylan y se preguntaban entre ellos si eran más de los Beatles o de los Rolling. Después llegó Queen, que tomaría lo mejor de unos y de otros. Aquellos chicos no se limitaban a escuchar música, también la interpretaban y la componían. Uno de ellos era Víctor Uris, un genio con la armónica, a la que extraía los mejores ritmos y compases para las guitarras y  las voces de Jaume Nadal, Toni Ferragut, Òscar Fornés, Maties Mas, Llorenç Torres o Joana Maria Bota, por citar solo algunos de aquellos adolescentes que disfrutaban interpretando todo tipo de melodías. Porque incluso el célebre ‘Chocolate’ se hizo asiduo de aquellas reuniones en el murete de la placeta que hacía esquina con la calle Arxiduc Lluís Salvador.

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A los 16 años Víctor se compró una Bultaco Junior con el motor algo trucado. Aquella moto petardeaba y corría como una loca. En un cruce, muy cerca del Pius, no respetó la preferencia de paso y un coche le dio de lleno. La chica que Víctor llevaba detrás salió ilesa, pero él se partió la columna contra el bordillo de la acera. El accidente fue uno de esos breves instantes que deciden nuestras vidas para siempre. Con mucha fuerza de voluntad, Víctor se repuso y se hizo un hombre. Humor y calidez definirían su carácter, pero el golpe fue una desgracia inmensa para su padre, a quien dejó un dolor y una tristeza indecibles. La madre había fallecido antes de que Víctor alcanzara la pubertad.

Eran tiempos peligrosos. La Transición política y el ‘destape’ se abrían paso junto a la violenta irrupción de las drogas duras. La pandilla perdió a Joan Miquel, que se pegó un tiro en la cabeza jugando a la ruleta rusa, y a Jaume, que reventó dos cartuchos contra su pecho por un amor juvenil, y a Margarita y a Maribel, que murieron por el maldito caballo. Pero la vida siempre seguía adelante. La mayoría de la pandilla sobrevivió unida a las montañas rusas de la vida junto a Víctor en los mejores y en los peores momentos. Ignasi ‘Peça’, el inseparable y más íntimo de los amigos de Víctor, nunca le dijo que él era el rey, el admirado rey de aquella pandilla. Tal vez ahora que van a reencontrarse, en Peça no se olvidará de decírselo.