Miguel Brieva ha presentado este jueves en Drac Màgic su libro más reciente, 'Se busca un futuro posible en el que desear vivir' (Astiberri). | M. À. Cañellas

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El dibujante Miguel Brieva (Sevilla, 1974) ha desconfiado siempre del «buen uso tecnológico bajo el sentido común capitalista», no tiene móvil y prefiere la discreción. Por eso, cuando una amiga le aconsejó en 2018 que se creara un perfil en redes sociales porque sino podría desaparecer, él le hizo caso. Ese hecho insólito, confiesa, le generó la «culpa egomaníaca» que la pandemia, las diferentes crisis y guerras y el agravamiento del cambio climático que vinieron después debió de ser fruto de esa decisión. Todo esto lo confiesa el conocido autor en la introducción de su último libro, Se busca un futuro posible en el que desear vivir (Astiberri), que ha presentado este jueves en Drac Màgic, Palma, junto al también dibujante Pere Joan.

Este volumen, que aúna cómic con análisis y reflexión sobre la actualidad, surgió pues en la prepandemia, cuando Brieva comenzó a publicar contenido con el leitmotiv de «se busca». «La idea era reflejar cómo nuestra sociedad se está forzando todo el rato en buscar reconocimiento a través del éxito laboral, en la importancia de tener dinero, de conseguir cosas y, en resumen, conseguir ese éxito superficial e injustificado», señala.

«Traté de hacer una especie de carteles para hablar de lo que, en el fondo, todos estamos de acuerdo en buscar, ya sea el sentido a la vida o simplemente un encuentro social con los demás. Todo eso me llevaba a un planteamiento más profundo. Pero luego ese proceso de repente pasó a un ritmo muy acelerado, en el que nada perdura ni deja huella. En general, todos compartimos ese desconcierto. Es como si habitáramos en el interior de una de esas esferas de cristal que simulan una nevada cuando las agitas, pero nada acaba posándose en un lugar, lo que hace imposible que puedas ordenar, jerarquizar ni crear un sentido. Es esa sensación de incertidumbre y angustia. Nos faltan referentes porque las referencias mutan continuamente», lamenta.

Así las cosas, en Se busca un futuro posible en el que desear vivir, Brieva habla de la «disfuncionalidad de raíz de nuestra cosmovisión». «Hay una serie de relatos complejos compartidos que sirven de refugio ante el huracán del acontecer. De esta manera, se coloca en ese lugar que quiere ser la cultura, de cobijo o refugio, pero, a la vez, es también una fuerza de ese vórtice huracanado que es el capitalismo. No responde a una lógica puramente cultural, sino más bien matematicoeconómica; es una abstracción», explica

Historias

«Siempre nos han contado cuentos, pero es que la publicidad o el mercado es la antítesis de los cuentos, pues convergen un millón de historias en una única moraleja, ‘compra’, frente a las historias de todas la culturas que entrañaban diversidad de enseñanzas», avisa Brieva.

«Llevamos décadas de encerrona y cada vez nos cuesta más salir de ella. Cuando empecé a publicar cosas sobre cambio climático tenía que debatir para convencer de que existía y hoy sigue habiendo negacionistas. No deja de ser un recurso profundamente humano. Cuando algo que nos desborda y no tenemos la capacidad de comprenderlo, lo negamos. Esa es la primera fase del duelo: la negación», razona.

Y para Brieva, «gran parte de la población mundial está en eso, para negarlo votan a fascistas locos. Siempre hago la analogía de quien va al médico y resulta que tiene cáncer. Hay quien prefiere que no se lo digan o incluso que le recomienden fumar más todavía, que todo va muy bien». «Nunca en la historia de la humanidad había un momento más ciego y más fanático», concluye.