Hombres G clausura este domingo las fiestas de Sant Sebastià de Palma.

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Formados en 1982, David Summers, Daniel Mezquita, Rafael Gutiérrez y Javier Molina se hicieron llamar en sus punkies inicios Los Bonitos Redford. Ya como Hombres G, la falta de liquidez de su discográfica casi les aboca a la disolución. Pero apareció Twins, un novísimo sello ávido de referentes, les fichó y publicó su debut homónimo. El resto, como suele decirse, es historia. Desde entonces, acumulan Discos de Oro y han tocado en prácticamente todos los rincones de lengua española. En 42 años de una trayectoria apenas interrumpida, se han convertido en una marca de identidad dentro del pop rock español, con su estilo fresco y desinhibido, trufado de textos descaradamente intrascendentes, canciones que no son ningún hallazgo generacional pero que generan una buena catarsis para olvidarse de los problemas y abandonarse en el optimismo irresponsable de sus letras. Los madrileños clausurarán este domingo las fiestas de Sant Sebastià, a partir de las 18.00, en Son Fusteret. Hablamos con David Summers, líder del grupo.

¿Sienten que han superado la línea en la que ya no tienen que demostrar nada a nadie?
—Sí, desde hace muchos años.

¿En qué tema de su repertorio se reconocen más?
—Le diría que El ataque de las chicas cocodrilo.

¿Qué han eliminado de sí mismos para convertirse en la banda que es?
—Los prejuicios. Hacemos lo que queremos en todo momento.

Qué bandas influenciaron los inicios de Hombres G, sus primeros discos suenan muy new wave, hay incluso arpegios de guitarra que evocan a The Smiths.
—Sex Pistols, Squeeze, Costello, Pretenders… pero sobre todo, Beatles.

¿Qué opinan sobre el modelo actual de producir y consumir música? Tan visual, tan rápido, tan inmediato...
—Hoy todo es rápido, efímero, intrascendente. No sólo la música. Una pena, pero así es.

¿Qué creen que atrae a aficionados de diferentes generaciones a su música, a sus conciertos?
—Las canciones bonitas y el buen rollo que intentamos transmitir a la gente. Amor, humor y música.

Aunque van refrescando el repertorio con material nuevo, entradas y salidas… ¿no se cansan de cantar las mismas canciones durante 40 años?
—No, nunca. Nos pasa igual que Sinatra con My way o a McCartney con Yesterday. Las canciones bonitas nunca cansan, y ver hoy en día a niños de 12 años cantando nuestras viejas canciones, nos da un subidón increíble.

Decían en una entrevista que ‘nos están cortando la libertad de expresión’, ¿la corrección política se ha convertido en la dictadura de nuestros días?
—La cultura de la cancelación es lo más preocupante. Los que hoy cancelan contenidos de hace décadas, serán cancelados dentro de décadas. No podemos predecir lo que será ofensivo dentro de 20 años, quién sabe.

Por paradójico que resulte, ¿no creen que en los 80, saliendo de donde salíamos, había más libertad que ahora? Al menos a la hora de crear contenidos.
—Yo creo que si, aunque intento mantener la misma libertad. Nunca pretendí ofender a nadie, ni antes ni ahora, por lo que no me preocupan los que están deseando ofenderse por todo, que se amarguen ellos solos, han elegido una vida que no les va a hacer muy felices…con lo fácil que es elegir lo que quieres ver o escuchar, y dejar a los demás que vean no escuchen lo que quieran.

Un concierto de Hombres G, como uno de Los Toreros Muertos, Los Nikis o Un pingüino en mi ascensor, es uno de los lugares que se me ocurren donde uno puede recuperar el espíritu punki, dejarse de lisonjas y entonar letras que agravian a los ‘ofendiditos’?
—Me alegro. Bienvenido.

Como sucede con Pet Shop Boys, existen contados casos de estrellas de pop que ronden o superen los 60 años y llenen sus conciertos. ¿Son, como se describía James Dean en Gigante, ‘uno entre un millón’?
—Somos muy afortunados, sí.

Sus admiradores acuden con sus hijos y nietos a los conciertos. ¿Mandamos al carajo ese discurso reduccionista que afirma que Hombres G son una banda ochentera?
—Empezamos en los 80, es verdad, pero no somos una banda ochentera. Ya en aquella época recelábamos de aquellos tecladitos y de aquellos ridículos maquillajes y peinados.

¿Qué opinión os merecen esos artistas maduritos que se disfrazan de modernos y hacen featurings con artistas de reguetón para volver a la palestra?
—Me dan igual, que cada uno haga lo que quiera.

¿Alguna vez se fueron de cañas con un fan tras un concierto? ¿Cómo acabó la cosa??
—Claro que sí, tenemos fans a los que queremos y tenemos mucho cariño, hemos compartido mucho con ellos. También alguna borrachera y algunas noches inolvidables.