El periodista y escritor Pere Antoni Pons (Campanet, 1980). | Alejandro Sepúlveda -

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Entre 2013 y 2021, Pere Antoni Pons (Campanet, 1980) publicó en las revistas L’Avenç, Serra d’Or y en el portal digital El Temps de les Arts, una serie de retratos literarios o perfiles –un término que prefiere el también periodista y colaborador de este periódico– de 30 personalidades del mundo de la cultura, la ciencia y la política nacidas entre 1975 y 1980. Entre ellos figuran Llucia Ramis, Paula Bonet, Bel Fullana, Lara Fluxà, Maria Muntaner, Hèctor Hernández Vicens, Cristian Segura, Mar Coll, Jordi asasnovas o Aina Bestar. Esa selección desperdigada llega ahora a las librerías bajo el título Protagonistes imminents. Perfils d’una generació (Lleonard Muntaner), que presentará el miércoles 10 de enero en Embat.

Ha publicado otros perfiles, como el volumen Un arxipièlag radiant o Andreu Maimó, un home que pinta. ¿Qué le atrae de este género?
Imagino que viene de mi pasión por Josep Pla, Baltasar Porcel y los profiles de la New Yorker. Sin embargo, es un género poco frecuentado en el mundo literairo catalán. En cambio, en el anglosajón es una suerte de institución de gran archivo humano de diferentes personalidades. A parte de lo que menciona, también he publicado títulos como Quatre històries entre Mallorca i el món [Ensiola, 2017] y tengo una gran cantidad de reportajes que surgieron a raíz de las visitas que realicé a los talleres de varios artistas. Tenemos un vacío y me he propuesto llenarlo a mi manera. Aunque, como comento en el prólogo, mi misión es hacerlo al estilo de la New Yorker, pero los he realizado con unos condicionantes similares a los retratos de pasaporte de Pla.

Asegura que las generaciones existen porque «el tiempo pasa, la historia evoluciona, las ideas y las modas aparecen y desaparecen y el mundo cambia». De hecho, declara que no se siente identificado por las características que se asocian a su generación, la X.
Es verdad que formar parte de una generación te marca en cierto modo. Al fin y al cabo, no es lo mismo haber vivido la pandemia teniendo 20 o 55 años ni haber nacido en un lugar u otro. Sin embargo, no creo que te defina estructuralmente, pues cada individuo es como es y depende también de su entorno familiar, la clase social, sus circunstancias y vocación... Lo de la generación se ha usado como un instrumento útil para explicar cosas, pero no las puede definir totalmente como si fuera una plantilla.

Ahora que vuelven a estar tan de moda los horóscopos y el tarot, ¿sería algo parecido?
Y es lo más anticientífico que hay. Ese concepto de generación no deja de ser una plantilla prefabricada para describir a un grupo de gente enorme.

Se ha puesto en el «centro cronológico» para elegir a las treinta personas que ocupan este volumen. Son, como señala, aquellos lo suficientemente mayores para recordar y haber vivido a fondo el mundo de antes, pero también aquellos lo suficientemente jóvenes para sentir como propio el mundo de ahora.
Diría que eso es lo que más puede definir esta generación, más allá del impacto de la crisis de 2008, que nos cogió cuando justo habíamos puesto un pie en el mundo laboral y que supuso un terremoto que cambió por siempre nuestras vidas. Lo que mejor nos define es haber nacido en un mundo analógico en el que la irrupción de internet y las redes nos alcanzó ya conscientes. Aunque ahora nos parezca algo remoto, solo hace treinta años. Tenemos memoria, pero la revolución tecnológica digital coincidió cuando éramos jóvenes, flexibles y adaptables a todo. Eso hizo que lo asumiéramos con normalidad. Es versatilidad o recuerdo interiorizado de un mundo que ya no está es una ventaja de nuestra generación.

Estos perfiles son como fotografías, hechas en un instante preciso y que perduran en el tiempo.
Y no solo reflejan a la persona en ese momento, sino también el mundo y su mundo. Cada retrato podría ser diferente si se hubiera hecho en otro momento vital mío o con otros ojos. Eso no lo hace peor. Un perfil no deja de ser el intentar explicar de dónde viene alguien, quién es, qué hace y con qué intención. Y eso es aplicable a todo el mundo, desde el director de fotografía Edu Grau pasando por un mallorquín de pueblo que ha conseguido lo imposible: revitalizar el mundo muerto que era la glosa como es Mateu ‘Xurí’. Creo que mucha gente puede sentirse identificada con lo que cuentan sobre su vocación, familia, frustraciones o ambiciones.

Como sucede en la fotografía, hay quien rechaza ser fotografiado...
La única persona a quien se lo pedí y ni se dignó a contestarme fue Guillem Gisbert [cantante de Manel]. También hubo dos perfiles que tenía cerrados que finalmente no pude escribir por culpa de la pandemia: el traductor Ferran Ràfols Gesa y el compositor Joan Magraner.

Y los retratados, ¿se mostraron abiertos durante el proceso?
Sí, porque la gente tiene cierto interés en que escribas sobre él. No es por vanidad, queremos que nos entrevisten no para que nos conozcan a nosotros, sino para que conozcan lo que hacemos. En todo caso, como en la fotografía, la primera impresión al leer un perfil es decir ‘no me gusta, no soy yo, no me veo reflejado en él’. Pero cuando pasa el tiempo y cuanto más vuelven al texto o a la fotografía, más les gusta. La primera reacción es visceral, pero creo que es una estrategia defensiva. A mí también me ha pasado.