La historiadora Joana Aina Ordines, en el claustro de Sant Francesc de Palma. | M. À. Cañellas

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Sant Francesc se erige como una suerte de oasis en el corazón del centro histórico de Palma. Sin embargo, la historiadora del arte Joana Aina Ordines lamenta que todavía hay muchos mallorquines –también turistas– que desconocen este «complejo religioso, el más importante de Palma después de la Seu y el desaparecido convento de Sant Domingo».

«Basta con fijarse en las colas que se forman para visitar la Catedral y la gente que va a Sant Francesc. Es una lástima, porque es un espacio con mucha historia y muchos rincones y curiosidades», apunta Ordines, que acaba de defender su tesis doctoral El convent de Sant Francesc d’Assís de Palma. Diagnòstic i potencialitats del seu valor patrimonial, dirigida por Mercè Gambús y realizada en el marco del Grup de Conservació del Patrimoni Artístic Religiós (CPAR) de la UIB.

De hecho, avisa que, desde 1965 –cuando el franciscano Llorenç Garí publicó Iglesia y claustro de San Francisco, una guía sencilla que hoy se vende en la tienda–, no había un trabajo monográfico dedicado exclusivamente al convento. La novedad del trabajo de Ordines, señala la propia autora, es que «el objetivo principal es diagnosticar el estado de conservación del patrimonio cultural de Sant Francesc y trazar la evolución de este patrimonio hasta la actualidad». Así pues, ofrece un estudio del convento desde el siglo XIII hasta el XXI, «tanto del patrimonio mueble como inmueble, desde una perspectiva interdisciplinaria: teniendo en cuenta la arquitectura, el urbanismo y la gestión».

En este sentido, Ordines recuerda que el convento fue fundado en 1281. En 1835, con la desamortización de Mendizábal, empezó el «desmembramiento de este conjunto». A partir de ahí, tuvo diferentes usos: fue la sede de diferentes escuelas, sus celdas se alquilaron a particulares como viviendas, fue cuartel de la Guardia Civil e incluso una fábrica de gaseosas o una prisión.

«La plaza de Sant Francesc antes estaba cerrada por una pared, era privada y pertenecía al convento. Con la desamortización, estas paredes se derribaron y la plaza pasó a ser pública. Incluso se instaló, en 1871, un circo desmontable, que estuvo hasta 1879», detalla.

En cualquier caso, remarca que el convento ejerció «una influencia notable en la sociedad y la cultura de la Isla», de ahí que tenga «un valor sociocultural importantísimo». «Su estudio nos ayuda a comprender una parte sustancial de nuestra historia. Desde su fundación, los franciscanos tuvieron el apoyo de la nobleza y la monarquía, con el que pudieron reunir un considerable patrimonio, tanto inmueble como mueble, que ha ido evolucionando y transformándose hasta hoy», añade.

Ahora, el propósito de Ordines es adaptar su tesis a un libro de formato divulgativo, también «más visual». «Una especie de monografía que pudiera servir de guía de visita, para observar los diferentes elementos y curiosidades, pues hay emblemas franciscanos por todo; es una iconografía que se va repitiendo por las ventanas, los retablos o incluso fuera de la iglesia», aclara.