El escritor JuanPlanas posó para esta entrevista. | Jaume Morey

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La vida del poeta es siempre incompleta. No tanto por no hallar la palabra perfecta o el verso redonde, como si existieran, sino porque el combustible que aviva la llama de su escritura es siempre un anhelo, una insatisfacción o un recuerdo escrito con una tinta que, aunque siempre borrándose, no desaparece del todo, y se deja leer. Es, dicho de otra manera, un ir A la intemperie (La Lucerna), precisamente el título del nuevo libro de Juan Planas. El escritor repasa sus vivencias, decisiones y memoria desde una autoimpuesta marginalidad estilística, huyendo de modas. Planas presenta su nuevo libro a las 18.30 horas en Casa del Libro.

El libro le define a como «exiliado voluntario del bullicio poético», ¿a qué se refiere?
Por lo que me concierne, más allá de exilios exteriores o interiores, voluntarios o forzados, siempre me he mantenido al margen de las numerosas sectas culturales, políticas, económicas y, sobre todo, lingüísticas que abundan en nuestro maravilloso y privilegiado entorno. Me he dedicado a realizar mi obra lo mejor que he sabido y podido.

¿Dónde está o qué es esa intemperie de la que habla en el título?
Pájaros en el alambre se llamó en algún momento este libro, pero sí, en efecto, estamos a la intemperie, que es donde descargan las tormentas con mayor crudeza y, por eso, buscamos refugio. A veces lo hallamos en la voz de la propia conciencia, en su discurso que nos distingue como seres humanos, a veces en el amor, el placer, el arte, la amistad o la familia.

La idea del viaje está muy presente en la obra, ¿qué importancia le da?
El viaje lo es todo, porque no vamos a llegar a ninguna parte. El principio y el final, además, solo quedan grabados en la memoria de los otros, pero no en la nuestra. No vamos a llegar siquiera a ser quienes somos, como ya imploraba Píndaro.

Es un viaje sin retorno, pero es constante el retornar a un pasado que alguna vez fue refugio, ¿es ese el ejercicio de la poesía?
No, los recuerdos son solo las ilustraciones con las que nos construimos un discurso que dura lo que la vida, ni un segundo más. La religión católica nos descubrió una curiosa trilogía: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pues otra trilogía no menos espectacular parece constituirnos: Conciencia, Espacio y Tiempo. Es decir, pensamiento, cuerpo y tiempo. No es lo mismo, pero por ahí, en busca de algún equilibrio a tres bandas, andamos. A tientas, desde luego.

Se aprecia un tono pesimista.
Como digo en algún poema, vivir es una decisión moral o un simple acto físico. Tal vez, ambas. El viaje consiste en ir lo más lejos posible. Bien, pues dada esta situación no puedo ser optimista ni pesimista. No procede ni lo uno ni lo otro. Mejor asumir que avanzamos hacia el abismo y luego punto final. Quejarse sería absurdo.

La duda también está muy presente, ¿es inherente al poeta?
Al menos en mi caso. Interrogantes, vacilaciones, esperanzas, decepciones, hallazgos, pérdidas, aciertos, errores, éxitos y desastres son nuestro bagaje y hay que cuidarlo como tal.

¿Qué es más peligroso: una poesía de respuestas o una que no formula preguntas?
Encontrar respuestas válidas a las preguntas que nos hacemos y satisfacernos con ellas resulta desmesuradamente pueril. La poesía no es un manual de autoayuda, sino una forma entre muchas de intentar llegar a formular las preguntas correctas. No es fácil, pero ahí radica el auténtico eureka de la existencia.