Sebastià Perelló posa en Pollença para esta entrevista. | Jaume Morey

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Los personajes del primer libro de Sebastià Perelló (Costitx, 1963) querrían desaparecer. Veintitrés años después de la publicación de Exercicis de desaparició con Di7, Club Editor lo recupera en una edición revisada por el autor, quien avisa que no es cuestión de si queremos desaparecer, sino que lo haremos sin remedio. El volumen, que incluye ocho cuentos, llegará a las librerías el próximo 30 de agosto. Lo presentará el 21 de septiembre en el Museu de Mallorca y en Barcelona, el 9 de octubre.

¿Por qué ha querido recuperar, más de veinte años después, sus Exercicis de desaparició?
—La verdad que por muchas razones. Fue mi primer libro y, cuando salió, tuvo una distribución fuera de Mallorca más bien relativa. Así que cuando Maria Bohigas [editora del Club Editor] me planteó la idea de reeditarlo, enseguida dije que sí. Y eso que me daba miedo enfrentarme a un texto que escribí veintitrés años atrás. Tenía como un pánico escénico de encontrarme allí en medio sin ser yo el mismo de ese momento.

¿Cómo ha sido el proceso de revisión de los cuentos?
—Tenía el dilema de mantener el libro que había escrito cuando tenía treinta y pocos años y que se entendiera igual, pero, a la vez, eso no quería decir que no pudiera intervenir y revisarlo.

Al fin y al cabo, nadie tiene más derecho a retocar un texto que su propio autor.
—Bueno, pero es un derecho relativo. Yo no quería que el texto dejara de ser el que era. No era tanto actualizarlo como actualizarme a mí en relación a aquel texto. Sin embargo, quería ser muy delicado a la hora de intervenir para no eliminar el libro que fue. Era, de hecho, como intervenir un lugar, desde el respeto.

¿En qué elementos se fijó?
—Había cosas que no me gustaban, como la textura lingüística o el estilo. Pero decidí no cambiar la estructura del libro ni tampoco el orden de los cuentos, aunque seguramente hoy lo hubiera hecho de otra manera. Sí toqué algunos aspectos del estilo que chirriaban, como las repeticiones que, en aquella época, tenían un sentido de la oralidad. En su momento quise combinar un texto muy literario con una estructura sintáctica muy básica que ahora no encuentro tan afortunada. Era importante respetar quién fui hace casi veinticinco años. La revisión ha sido sobre la piel del texto, no he interferido en su esqueleto o en sus músculos, sino que ha sido muy epidérmico. La piel es lo más profundo que tenemos y es el sentido más extenso. Ha sido como un trabajo de restauración.

¿Querría desaparecer, aunque implique, en cierto modo, morir?
—(Risas). Creo que desapareceremos porque, desde un punto de vista arqueológico, estamos hechos de capas y por capas. Es como si algo de ti se ha quedado en las profundidades y ya no estás a flor de piel. Vamos muriendo cada día. El título del libro viene de Nicolas Bouvier, un escritor de viajes quien, en una entrevista, hablaba de que la escritura y el viaje son ejercicios de desaparición, porque tiene que ver con los personajes inverosímiles de ti mismo, de intentar ser otra cosa, como si cogieras vidas de aquí y de allá... A la larga formas parte de un conglomerado de cosas que han desaparecido, de cicatrices... Viajar también es eso: buscarte a ti mismo estando fuera de lugar. La idea de estar fuera de lugar siempre me ha resultado cómoda y fue una de las preocupaciones principales de este primer libro. No se trata de querer desaparecer, es que desaparecemos queramos o no.

Los protagonistas de estos cuentos tienen en común el deseo de pasar desapercibidos. ¿Es todo un arte, hoy en día, conseguirlo?
—Sí que lo es, teniendo en cuenta que estamos en una época de selfis y de redes sociales. Es complejo, pues todo te dispone a la exposición permanente. Somos carne de photocall. Si viajas y no lo subes a las redes es como si no hubieras estado en ningún sitio. Pero, a la larga, la sobreexposición es una forma de desaparecer: si estás tan expuesto ya no sabes si eres tú o un fantasma de ti mismo.

En un relato alguien dice que «uno viaja para enfermarse».
—Lo dijo Lezama Lima, un escritor cubano que siempre he admirado y que prácticamente no salió de La Habana. Viajar es entrar en crisis, estar fuera de lugar.

Portada 'Alenar dins el fang'
Imagen de la portada del libro 'Alenar dins el fang' (Ensiola), un texto de reflexión artística sobre la intervención de Miquel Barceló en la Seu que incluye fotografías de Jean Marie del Moral.

¿Qué proyectos tiene en marcha?
—El mes que viene Ensiola editará Alenar dins el fang, un texto de reflexión artística que escribí hace mucho sobre la capilla de Miquel Barceló de la Seu, con fotografías de Jean Marie del Moral. También tengo en marcha un texto narrativo y varias cosas de ensayo, pero no sé cuándo saldrán, no tengo prisa.