El escritor Sebastià Alzamora ganó hace poco el Premi Òmnium con su novela 'Ràbia'. | Jaume Morey

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Sebastià Alzamora (Llucmajor, 1972) nos cita en una cafetería cerca del Teatre Principal de Palma, donde el próximo jueves estrenarán Reis del món, basada en su novela homónima. El escritor, que hace poco ganó el Premi Òmnium por su última novela, Ràbia, ahora publica el libro de cuentos S’accepten encàrrecs (Ensiola). Lo presentará el 12 de abril en Quart Creixent (Palma), acompañado por Guillem Frontera, colaborador de este periódico.

No es la primera vez que adaptan al teatro una novela suya. José Martret ya dirigió en su momento La Malcontenta, que protagonizó Agnès Llobet.
—Ambas han sido una alegría muy grande y además están en manos de un hombre de teatro y, por tanto, en las mejores posibles. El equipo al completo de Reis del món es un lujo, desde el vestuario y la escenografía hasta la música.

Y Ràbia será, además, una película, que dirigirá Antoni Aloy. ¿Qué tienen sus novelas que inspiran tanto a los creadores?
—Es algo fascinante ver cómo de una obra tuya surge otra, que ya no es tuya, sino de otra persona y con un lenguaje artístico diferente. La adaptación no es algo automático, es un proceso creativo completamente nuevo. Al final, son lecturas y es lo que da sentido a un texto literario, que tenga lectores. Es constatar algo que ya sabemos, pero que siempre es impresionante: cada lectura lleva un texto hacia otro lugar que el autor no había previsto.

¿Cómo recibió el Premi Òmnium?
—Está organizado de tal manera que los finalistas no saben quién ha ganado, lo saben in situ. Así que tienes que ir allí deportivamente, dispuesto a ganar o no. Hasta el último momento estaba concienciado de que no sería yo.

¿Tanto le sorprendió? Ha ganado muchos premios...
—Pero es que no tienes por qué ganarlo y, sobre todo, teniendo en cuenta que los demás han escrito libros magníficos. No es falsa modestia, es la verdad: me sorprende cada vez que alguien me dice que ha leído un libro mío. Me hace una ilusión enorme. Tener lectores es sorprendente. Es una tontería hacer ver que no me ilusiona, pero también me parece normal no ganar premios.

No lo ve como un fracaso.
—Es que no creo en la idea del fracaso y del éxito en literatura. La literatura no es una competición. Tengo la sensación de que aplicamos a la literatura, y a otros ámbitos también, la lógica de los deportes. No es que nadie se imponga a otro. Cuando lees libros no te paras a pensar si ha ganado un premio o no, es algo que viene después, si consultas la biografía del autor en cuestión. La literatura es un gran diálogo de voces que hablan y que puedes escuchar o no. Y la grandeza reside en que hay algunas que son de gente que murió hace miles y miles de años y que vienen de la otra parte del mundo. Me da igual si fulanito está en el número uno o cuatro de la lista de los más vendidos. Eso es algo que está bien para dar emoción a nuestro día a día, para comentarlo o cotillear, pero para mí no es la parte sustancial.

Ganar tantos premios, ¿le estimula o le frena?
—En el sentido de autocensurarme no. Uno llega a tener cierta experiencia y bagaje y, como ocurre en todos los oficios, vas aprendiendo. Sin embargo, hay un punto de incomodidad en el hecho de escribir que no desaparece con los años ni con la trayectoria. Incluso es al contrario, se acentúa. Y para mí es necesario que sea así. Si un día escribiendo pensara ‘esto lo tengo dominado’ o tuviera la sensación de estar en territorio seguro, sería que la cosa ha llegado a su fin.

¿Eso no implica sufrir?
—No, de hecho, me estimula, me hace estar pendiente. Sufro por desgracias de la vida, que son muchas, pero cuando escribo no me siento un desgraciado; estoy contento. Tener claro en tu cabeza cómo querrías que fuera y no encontrar la manera de expresarlo no es un sufrimiento, sino un desafío.

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Pero, en la vida, ¿no intentamos huir de la incomodidad, en general?
—No queremos estar incómodos, no, pero como mínimo yo no quiero que todo sea demasiado fácil. Ni para mí ni para el lector. Quiero que tenga algo de imprevisto, de desubicación.

Precisamente la incomodidad es algo que se refleja en los cuentos de S’accepten encàrrecs.
—Los personajes que aparecen están como fuera de lugar, como peces fuera del agua, como muestra la portada. También está muy presente la muerte, aunque no creo que en su conjunto sea un libro fúnebre. Como decía, son personajes que no acaban de encajar en su entorno. Curiosamente hay cuentos en los que se repiten algunos elementos pero están escritos hasta con catorce años de diferencia.

Hubiera dicho que escribir por encargo resulta tedioso, pero en el prólogo asegura que le gusta.
—Me encanta. Claro que uno puede aceptar o no un encargo, si no te apetece puedes decir que no. Un encargo, por definición, es algo que no tenías previsto. Por lo tanto, te lleva a pensar y a desarrollar algo que en principio no ibas a hacer y luego termina formando parte de tu discurso. Me he dado cuenta de que estos cuentos, publicados entre 2001 y 2021, tienen cierta coherencia con lo que he escrito en los últimos años.

Dice que ha modificado algunos aspectos de los relatos. ¿No le cuesta revisar textos que escribió hace tanto tiempo?
—Normalmente no lo hago. No es que me parezca algo doloroso tampoco, pero opino que lo hecho hecho está. Tengo tendencia en pensar más en todo lo que está por venir que no en lo que ya está hecho. También tiene que ver con cumplir años, pues llega un momento en el que tiene sentido pararse para poner un poco de orden.

¿Ha cambiado su forma de observar y de narrar?
—Necesariamente sí. Quiero pensar que hay un poco más de complejidad, profundidad y estilísticamente más concisión. Antes prestaba más atención a los hechos por fuera y creo que ahora me fijo más en el interior. Me doy cuenta, sobre todo en las narraciones de hace veinte años, que había más acción. Ahora veo que puede queno hace falta que pasen tantas cosas.

Ràbia es un buen ejemplo.
—Sí, y también Reis del món. En esta última pasan muchas cosas porque es novela histórica, pero también hay una mirada hacia dentro. Supongo que tiene que ver con una cierta evolución y manera de explicarlo más concisa, con menos virtuosismo u ornamentos.

También en S’accepten encàrrecs hay muchos paseos. ¿Es una ejercicio creativo?
—Siempre me ha gustado mucho pasear y caminar. Me gusta ir a pie a los sitios. Cuando vivía en Barcelona lo hacía mucho también. Mientras caminas ves muchas cosas y tienes tiempo para pensar.

¿Tiene más libros en marcha?
—Estoy trabajando en un libro de poemas y en una novela. El poemario saldrá o a finales de este año o a principios de 2024. La novela, que tiene como título provisional El federal, sí que se publicará ya el año que viene. Tiene un entorno histórico y parte de un episodio histórico del siglo XIX, aunque es algo secundario. El objetivo no es reconstruirlo, sino hacer otra cosa.