El filósofo Nuccio Ordine ofrece una conferencia en el Club Ultima Hora que tendrá lugar en Es Baluard el día 1.

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Al conocer su sentencia a la hoguera, Giordano Bruno dijo a quienes le condenaban: «Teméis más vosotros al emitir la sentencia que yo al recibirla». En esa frase, Bruno resumía que el miedo del tribunal se debía a las verdades que se tambaleaban ante los nuevos descubrimientos que agitaban el árbol del conocimiento imperante. Nuccio Ordine (Calabria, 1958) no solo es un gran experto en la figura de Bruno, también es un férreo defensor del conocimiento sin complejos y su defensa de los valores clásicos nutre su mayor éxito editorial, La utilidad de lo inútil. El miércoles 1 de febrero, Ordine ofrece la conferencia ¿Qué escuela y qué universidad para construir un mundo mejor?, en un acto organizado por el Club Ultima Hora-Valores y el Cercle d’Economia de Mallorca y que tendrá lugar en el Aljub de Es Baluard a las 19.00 horas, una reflexión sobre cómo el humanismo debe volver a las aulas que ha agotado todas las entradas.

¿A qué se debe el tema escogido para su conferencia?
—A que en los últimos 40 años ha habido una absoluta perversión de la educación. Antes, en la escuela y la universidad se formaban ciudadanos cultos para que pudieran ejercer sus profesiones con un nivel ético alto, pero ahora solo hacen creer a los estudiantes que han de ganar dinero. La idea central de la enseñanza hoy es el mercado y esto es un tipo de corrupción.

¿A qué se refiere al hablar de corrupción?
—A que si todo el mundo cree que tiene que estudiar para ganar dinero, el estudio en sí pierde valor. Es una mercantilización de la educación y todo queda supeditado al utilitario. Por poner un ejemplo, Boris Johnson, hace unos meses, dijo que no has de escoger una disciplina que te guste, sino una que te permita ganar dinero. Si este discurso prolifera destruiremos el futuro de la humanidad, solo tendremos robots que piensan en hacer dinero. Esto es dirigir la escuela y la universidad como si fuera una empresa.

¿Por qué cree que es negativo esto último?
—Porque la empresa y la escuela no comparten la misma lógica, ni el mismo objetivo, ni el mismo papel. En una empresa, si algo no produce, se corta. Si aplicamos esto a la enseñanza las consecuencias son terribles. ¿Qué ocurre con las lenguas clásicas como el latín? Si las cortamos porque no son productivas y en 100 años nadie es capaz de leer latín habremos cortado nuestra relación con el pasado y seremos una humanidad desmemoriada. Pero el pasado nunca está obsoleto, nos ayuda a entender el presente y a prever el futuro.

¿Cree que se le da demasiado valor a la tecnología en nuestra sociedad?
—Creo que hoy en día se considera a la tecnología un valor en sí mismo. No tengo nada en contra de ella, de hecho es muy útil, pero el problema no cuando la utilizamos, sino cuando es ella la que nos emplea a nosotros. Hoy estamos conectados 24 horas, pero no significa que creemos conexiones humanas, eso es una ilusión. La pandemia fue un laboratorio que nos permitió ver al hombre del futuro: encerrado en casa en una nueva forma de soledad en la que está hiperconectado a otra gente, pero sin vínculos auténticos y humanos. En mi nuevo libro, Los hombres no son islas, trato este tema.

Internet también se ha convertido en un gran foro donde puede encontrarse todo tipo de información, ¿tiene esto un lado oscuro?
—Hay una gran confusión entre información y conocimiento, igual que entre cultura y entretenimiento. En internet hay mucha información, sí, pero apenas hay conocimiento. Por eso creo que el mundo virtual puede ser peligroso cuando hay ignorantes que no saben de lo que hablan, pero manipulan. Esto ocurre con el terraplanismo, las vacunas, etcétera. La opinión de un profesor que estudia las vacunas no puede valer lo mismo que la de un carnicero o un mecánico cuando se habla de vacunas.

¿Qué opina de que haya conceptos como el de verdad que se hayan tornado líquidos?
—No creo en las verdades permanentes porque una verdad siempre tiene que ver con un momento histórico y un grupo de personas. Tengo miedo de un hombre que dice que la suya es la verdad eterna porque esa persona siempre es un fundamentalista violento y arrogante capaz de matar a los que no piensan como él. Poseer la verdad es matarla, el que ama la verdad solo puede buscarla.

¿Qué cree que podría hacerse para ayudar a la sociedad a no perder el norte humanista?
—No tengo una receta, ojalá la tuviera, pero pienso que vivir con la idea de que el valor solo lo produce el dinero es un error. Hay actitudes desinteresadas y gratuitas que son fundamentales. Leer una poesía, escuchar una obra clásica o ver las Meninas de Velázquez son cosas que nutren el espíritu a largo plazo, a diferencia del dinero, que solo es un alimento instantáneo.