Joana Marcús, en una estación de metro de Madrid. | Pablo Mediavilla

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Con apenas 22 años, Joana Marcús se ha convertido en una auténtica influencer. Aunque no de esas a las que estamos acostumbrados en estos tiempos. No promociona ni ropa ni maquillaje, sino que ya se ha ganado el título de reina de Wattpad, una plataforma que podría definirse como el Spotify de los libros, donde ya acumula un millón de seguidores. En las otras redes sociales no se queda atrás: 703.000 en Instagram, en 404.000 en Twitter y 187.000 en Youtube. Autora de la exitosa novela Antes de diciembre (Montena, 2021), que ya va por su novena edición, este miércoles 2 de noviembre mismo lanzó su segunda parte: Después de diciembre. La mallorquina, que ahora se encuentra en plena gira de promoción en Madrid, firmará ejemplares de este nuevo título el sábado 12 de noviembre a las 11.00 horas en la librería Agapea (Palma).

¿Cómo lleva lo de ser la protagonista de un fenómeno?
—Creo que todavía no he terminado de ubicarme, no me lo acabo de creer. Tampoco me he parado a pensar detenidamente lo que pasó, está pasando y pasará.

¿Se siente una chica normal?
—El único momento en el que no me siento normal es en las sesiones de firmas. Ahí es cuando digo: ‘Vale, esto está pasando de verdad’. Porque la verdad es que conservo los mismos amigos, voy a la misma universidad y vivo en la misma casa. El ambiente no ha cambiado, solo lo noto cuando me voy de viaje para promocionar los libros.

Unas firmas que, por cierto, colapsaron la Gran Vía de Madrid y casi también la Plaza España de Palma...
—Si fuera una persona más extrovertida me gustaría más. Es como cuando te cantan el ‘cumpleaños feliz’, que no sabes qué hacer. No es que me resulte desagradable, pero sí que me pongo nerviosa y tensa. Sin embargo, cuando estoy firmando un libro me concentro en la persona que tengo delante y no me afecta tanto.

Pero a todos nos gusta que nos hagan un poco de caso, ¿no?
—Sí, claro. Además las que vienen a verme son chicas muy monas. Me hacen muchos regalos también, sobre todo chocolate. Casi me he hartado de comerlo (risas). Pero, como se suele decir, ¿a quién no le gusta un dulce? Lo que más me choca es cuando vienen padres, pues no son mi público objetivo. Aunque me dirijo a todas las edades, es verdad que mis lectores suelen tener entre 14 y 20 años, que es mi edad. Por eso, cuando una persona de 40 viene a darme las gracias porque he conseguido que su hija lea, es bastante chocante.

Podría decirse que es una auténtica influencer, pero no de las que están triunfan hoy en día, que hablan de belleza o moda, sino una influencer literaria.
—Nunca había pensado en eso de influencer de las letras, pero la verdad es que es bastante bonito, porque, como dices, vivimos en una época en la que todo se basa en la imagen y está bien que la gente piense en otras cosas. Creo que la pandemia ha tenido algo que ver en eso. La gente no podía salir a la calle, así que muchos jóvenes se lanzaron a la lectura. Estoy convencida de que la literatura juvenil ha aumentado mucho su público desde entonces.

Empezó a escribir cuando era muy pequeña, pero tengo entendido que no le gustaba nada leer. ¿Qué pasó?
—En el colegio lo pasaba muy mal cuando tenía que leer en voz alta y también sufría mucho con las lecturas obligatorias. A raíz de eso me diagnosticaron dislexia y me dijeron que la mejor manera de mejorar era precisamente leyendo. Harry Potter fue el primer libro que disfruté leyendo.

¿Qué le aportó Harry Potter?
—Mucha gente empieza con esta saga. En mi caso, yo tenía diez u once años y agradecí muchísimo que no me trataran como si tuviera cinco y no pudiera entender nada, algo que hacían muchos libros para niños y jóvenes. La gran diferencia es que esta historia llega a todos, sin importar la edad.

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¿Es un referente?
—Los libros sí, la escritora no tanto. En mis novelas, además de fantasía, también mezclo otros géneros, como la ciencia ficción y el romance contemporáneo. Tal vez esto último es lo que más define mi obra. Harry Potter me sirvió más en mi etapa de formación como escritora que hoy.

Empezó a escribir a una edad en la que se empieza a definir la personalidad.
—Sí. Siempre he sido una persona callada e introvertida. En la escritura encontré mi manera de expresar lo que pensaba, lo que sentía y también me permitía decir lo que quería, cosas que quería contar, pero no encontraba a nadie para hacerlo. Empecé por eso.

Contaba que lo pasaba mal con las lecturas obligatorias. Es un tema que siempre genera debate. Está claro que hay que fomentar la lectura entre los más jóvenes, pero ¿cómo cree que debería hacerse?
—Creo que los clásicos se tienen que estudiar, pero hacer que un niño de 12 años lea El Quijote tal vez sea arriesgado. Seguro que a alguno le gustará, pero la gran mayoría no conectará con la historia. Puede que los de 17 sí, pero dudo que cale entre los más jóvenes. Estaría bien proponer lecturas que enganchen más, como Laura Gallego o Carlos Ruiz Zafón. Eso haría que los jóvenes se dieran cuenta de que hay vida más allá de los clásicos. Y que la literatura se puede estudiar, pero también te puede gustar y entretener.

Ha demostrado lo equivocados que podemos estar en muchos sentidos. Es la perfecta demostración de que los jóvenes no solo sí leen, sino que también escriben, que las redes sociales no han acabado con la lectura y que una persona con dislexia es capaz de leer y escribir muy bien.
—Estoy muy orgullosa, nunca había sido ejemplo de nada bueno. Nunca fui una niña popular. Estoy orgullosa de que alguien que también tenga dislexia vea que puede superar esta dificultad, porque lo es y no hay que obviarlo. Por ejemplo, si estoy un mes sin leer, cuando coja un libro me costará horrores leerlo del tirón.

En junio publicó la última entrega de la trilogía Fuego y acaba de salir a la venta la segunda después de Antes de diciembre. ¿Cómo da a basto?
—Este 2022 he publicado ya cuatro libros. El año que viene no será tan cargado. Pero hay que tener en cuenta que son libros que ya están en internet. La editorial es la que me dice cuál es mejor sacar o me pregunta con cuál me siento más cómoda en el momento. Este año, por ejemplo, ha habido tanto romance como ciencia ficción.

Da la sensación de que tiene mucha libertad...
—Es que vengo del mundo de internet, he crecido allí y conozco al público. Nadie mejor que yo sabe lo que quiere la gente. Evidentemente que es importante dejarte guiar por unos profesionales, pero al final soy yo misma quien interactúa con ellos cada día.

Imagino que eso debe tener una parte mala y agobiante.
—Al principio lo pasaba mal, internet alberga horrores, pero creo que la cuestión es ir acostumbrándote a ser consciente de que todo lo bueno también trae algo malo. Es fácil dejarte llevar por las opiniones y comentarios negativos, tiendes a ver lo malo... Tienes que tener la capacidad de evadirte y eso solo te lo da la experiencia. Una aprende a que hagas lo que hagas te van a criticar y que no puedes gustar a todos.

Cuando hablan de Joana Marcús se suelen referir al público juvenil. ¿Está de acuerdo con separar los lectores de esa manera?
—No me molesta, pero es cierto que cuando la gente habla de literatura juvenil tiene una connotación negativa, igual que con la infantil o cualquier libro que tenga dibujos, como si eso hiciera que no fuera válido. Y no se entiende que una novela juvenil lo es porque sus personajes lo son, no tiene nada que ver con el público. Por eso yo puedo releer Harry Potter y me encantará. Lo verdaderamente importante es el producto. Mi padre me dijo una vez que nací con 60 años.