Miquel Garau, delante del cuadro dedicado a San Alonso Rodríguez.  | Jaume Morey

TW
1

Miquel Garau remarca cómo toda la vida de San Alonso Rodríguez, fallecido tal día como hoy en 1617 en Palma, estuvo determinada por su absoluta vocación. Una vocación que quedó reflejada y que protagonizó muchos momentos en la vida completa del santo, caracterizada por su absoluta obediencia, comunidad y humanidad. «La ejemplaridad no solo está en su vida, sino que conforma una gran influencia actual como modelo a seguir», señala Garau.

La vida de San Alonso empezó con una primera etapa secular en su lugar de nacimiento, Segovia, una época en la que la muerte de su padre le llevó a tener que sacar adelante el negocio familiar desde los 14 años y, posteriormente, a tener que casarse sin voluntad, empujado por su madre. Fueron unos años de vida que desembocaron en las desgraciadas muertes de su mujer y sus hijos. Estos sucesos le hicieron pasar una cierta fase de incertidumbre hasta que un «hecho iluminador», como explica en su memorial, le encauzó su camino y vocación, este acontecimiento esclarecedor fue conocer a los jesuitas P. Santander y P. Bosh.

Intento

San Alonso Rodríguez intentó entrar en la Compañía de Jesús, siendo rechazado dos veces y, lejos de cesar en su empeño, se vue a Valencia acentuando sus valores de perseverancia y obediencia nacidas, como cuenta Garau de su amor a Dios. Allí, en 1571, le aceptaron, pero con la honrosa condición de ser santo. Admitido como hermano, fue enviado a Mallorca al colegio de Montesión y fue allí donde desempeñó sus funciones, en gran parte como portero.   

Una de las virtudes más remarcadas de San Alonso era su gran humanidad y cercanía al prójimo, un valor que practicaba al tratar a todo el mundo como lo haría con Jesucristo, dando ejemplo de comunidad. «Desde una humanidad surge una fuente de espiritualidad mediante el valor de la obediencia», ejemplifica Garau que en 2019 publicó el libro Mi itinerario artístico, en el que expone su trayectoria y dedicación al arte.

En la vocación religiosa de San Alonso, Garau destaca su gran devoción a la virgen María. El artista y jesuita, enseña en primicia a Ultima Hora su última pintura y explica que, para él, el arte es «la manera de reflejar los hechos y reivindicar ciertos pasajes», en este caso uno de la vida de San Alonso que remarca la devoción de este por la virgen y una de sus experiencias místicas e iluminadoras, propias del santo.   

El hecho, comenta, sucedió cuando el canonizado subía al Castell de Bellver, un camino ya de por sí difícil y más todavía teniendo en cuenta que era un 10 de julio en Mallorca, cuando el calor es evidente. De esta manera, San Alonso desfalleció, pero poco tiempo después sintió cómo la virgen María le aliviaba el cansancio pasando un paño por su frente, limpiando su sudor. Esta iluminación fue la que le dio la fuerza para llegar al mencionado Castell de Bellver.

Bellver

En el cuadro, Garau, a diferencia de otros artistas, pinta con detalle el Castell de Bellver, dándole más importancia a esta construcción, ya que, para el autor, Bellver es también protagonista, no solo por ser testigo del hecho, sino por estar unido a    la historia de Mallorca. En este sentido, subraya que, debido a este suceso espiritual, se erigió una    pequeña capilla, llamada popularmente    «sa capelleta».