Ricard Robles, codirector y cocreador del festival Sónar.

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Ricard Robles, codirector y cofundador del Sónar Barcelona junto a Enric Palau y Sergio Caballero, afirma que la idea de traer el festival a Mallorca resonaba hacía ya tiempo, pero no ha sido hasta ahora, por una «feliz coincidencia» que ha podido materializarse. Y lo hará con el apoyo del Mallorca Live Festival con un ciclo de tres jornadas que lleva por nombre Un SónarVillage a S’horabaixa.

Las citas serán el 16 de julio, 6 de agosto y 3 de septiembre, desde las 19.00 hasta las 03.00 horas, en el recinto del Mallorca Live, en el Antiguo Aquapark de Calvià, y contará con un cartel de primer nivel, con nombres como Overmono, The Blaze, Floating Points, Âme Live b2b Trikk o CC:DISCO!, entre otros. «La oferta musical de Mallorca ha cambiado mucho, no es la misma que hace ocho o diez años. A pesar de ser cada vez más rica, creemos que había un espacio para propuestas más experimentales, innovadoras y vanguardistas y que también existe una demanda», justifica Robles.

Espíritu

De esta manera, inspirándose en el escenario más emblemático del Sónar, el SónarVillage, han creado un proyecto que «recuerda ese espíritu y conexión con Barcelona, pero a la vez que responda al panorama musical de Mallorca, con la programación de artistas internacionales que sean referentes en su estilo o tendencia, pero también con creadores locales consolidados y, finalmente, también artistas más emergentes».

Asimismo, Robles insiste en que Un SónarVillage a S’horabaixa es una propuesta con un «componente muy social, abierto a cualquiera que tenga curiosidad e inquietud por la música de hoy en día, sin necesidad de que sea un público muy especializado». Ese carácter social se refleja también en la colaboración con Esment, entidad que trabaja por la calidad de vida e igualdad de oportunidades de las personas con necesidades de apoyo. «Después de estos dos años tan difíciles, queremos crear espacios amables y que sirvan para el reencuentro. Queremos que sea una cita para la sociedad mallorquina con curiosidad por la música y también para que los que visitan la Isla tengan una oferta cultural más», señala.

Sónar

Ricard Robles recuerda que cuando crearon en 1994 el Festival Internacional de Música Avanzada y el Congreso de Creatividad, conocido popularmente como Sónar, «Barcelona estaba instalada en una especie de resaca postolímpica». «Era un momento excepcional en el que imaginábamos la ciudad que queríamos. Había mucha expectación, no solamente a nivel institucional, sino también en la calle. Y es que la celebración de los Juegos Olímpicos era algo de una proyección global magnífica. Así que fue un poco también como una depresión postparto», confiesa.

«Para la ciudad era el momento de trazar un proyecto cultural con buenos equipamientos en desarrollo y, en nuestro caso, fue también una feliz coincidencia. Se había inaugurado el CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) y nuestra propuesta tenía por objetivo no crear un evento para satisfacer una demanda local, que en la Barcelona de los 90 estaba por ver, pues la música de baile y la electrónica era más bien algo pequeño en el país, sino que teníamos interés por conectar con escenas minúsculas en un espacio común. Era ambicioso porque queríamos que conectara con el resto de escenas europeas que ya tenían un recorrido, pero tampoco había un espacio para encontrarse», detalla. Y aquí es donde entraba el Sónar.

«El planteamiento era tener una mentalidad desde cero, que sirviera para reagrupar o catalizar la actividad local en unos momentos en los que no teníamos unos referentes en los que basarnos o inspirarnos. Queríamos que así como Barcelona se había convertido en una destinación importante para el mundo del deporte, también estuviera en el mapa del mundo cultural. Y conseguir eso nos llevó años de investigación y de explicar nuestro proyecto. Y nuestra casa, durante 19 años, fue el CCCB, que fue también un valor añadido», cuenta.

Pandemia

La pandemia fue, como para tantos otros profesionales y agentes culturales, la situación más complicada a la que han tenido que enfrentarse. «Nadie tenía un modelo de actuación. Durante dos años solo pudimos organizar eventos en formatos digitales y por streaming para permitir el contacto entre artistas y públicos. Pero en nuestro caso optamos para animar a los artistas a seguir creando contenido que tuviera sentido en ese formato digital», relata.

Luego, en 2021, «la cosa mejoró pero no volvió a la normalidad, así que los formatos fueron más híbridos y apostamos de forma decidida por la cocreación. En nuestro ADN siempre ha habido la conexión con otros lenguajes y disciplinas, sobre todo con la ciencia y la tecnología, así como la necesidad de encontrar propuestas innovadoras. Los dos años de pandemia han sido un aprendizaje vital y para nosotros, como programadores, nos ha permitido explorar otras posibilidades que hemos ido incorporando».