El escritor Jaume Armengol i Coll (Inca, 1938). | Adrián Malagamba

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«Creo que Jaume Armengol tuvo el privilegio de conocer, a unos con más intensidad que a otros, a algunas de las personalidades más solventes, tanto de Catalunya como de Mallorca, del panorama intelectual y literario». Lo dice LluísMaicas, escritor y colaborador de este periódico. Es gracias a él –o por su culpa, como dice el propio Armengol–, que existe Aquells anys, aquelles    veus (Perifèrics), un libro en el que Armengol escarba en su memoria y repasa aquellas personas que marcaron su vida como político y como escritor. Sus homenots, como indica el subtítulo del volumen: desde su padre y su abuelo materno hasta Eduard Artells, Jordi Carbonell, Ramon Folch, FrancescVicens, Blai Bonet, Gabriel Ferrater, Llorenç Villalonga, Bernat Vidal i Tomàs, PereQuart o AlexandreBallester, entre muchos otros. Lo presentará mañana, a las 19.30 horas, en la FundacióCultural esConvent de Inca localidad de la que fue alcalde del 91 al 95.

Armengol era una rara avis, como reconocen tanto él mismo como Maicas, pues en los años 50 decidió dejar su oficio como farmacéutico, una profesión que le daba seguridad y estabilidad, para dedicarse a escribir en catalán. «Era algo excepcional, aunque a mí me daba igual lo que pensaran. Es verdad que tenía antecedentes en la familia: Llorenç Villalonga y Gabriel Alomar eran parientes por parte de padre. Gabriel Alomar era catalanista y socialista y Villalonga era falangista. Pero la verdad es que, con el tiempo, he valorado más el mérito que tiene haber escrito en catalán en unos tiempos tan difíciles. Que un escritor como él, de su categoría, escribiera en catalán es de un innegable valor», subraya sobre el autor de Mort de dama.

Armengol, de una memoria prodigiosa, recuerda cómo y cuándo conoció a Villalonga. «Le había contado a mi padre que me gustaba escribir y me dijo que me presentaría a dos personas que lo eran: Villalonga y Vidal iTomàs, que era apotecario como él y tenía una farmacia en Santanyí», relata. Sobre el primero, recuerda a su mujer, Teresa Gelabert, «quien llevaba las riendas» y que les explicó que «teníamos que llamar tres veces para que supieran que éramos nosotros y nos abrieran».

«De hecho, tenían un teléfono incrustado en la pared, dentro de un armario, y lo cerraban con llave. Decían que lo tenían para que ellos pudieran llamar, no para que fueran molestados. Eran bastante especiales», reconoce. «Cuando me lo presentó mi padre fui con algunos poemas míos para enseñarle pero me dijo que no le gustaba la poesía y que era mejor que escribiera novelas. En Mort de dama ya se reía de la poesía mallorquina y de los poetas. Fue él quien me recomendó enseñarle los poemas a Vidal i Tomàs, que a su vez me insistió para que me presentara al Ciutat dePalma dePoesia. Quedé el tercero, pero finalmente lo gané con la novela Els dies, en 1966. Me dijo que mi poesía tenía mucha influencia de Salvador Espriu. Y la verdad es que tenía razón, siempre me ha gustado mucho», narra.

Barcelona

La Residència SantJaume de Barcelona, ubicada en el barrio de Sarrià, fue muy importante para Armengol. Allí conoció Eduard Artells, su profesor de catalán, jefe del Departament d’Ensenyament Tècnic de la Generalitat y miembro de la Oficina de Revisió d’Originals de l’Institut d’EstudisCatalans. «Fue el homenot que me introdujo en el catalanismo militante», asegura. Y fue el que también le abrió las puertas a trabajar en la Secció de Farmàcia de la Gran Enciclopèdia Catalana, ya habiendo ganado el Ciutat de Palma de Novel·la. También allí se encontró con Blai Bonet, «una persona poco habladora a la que le gustaba mucho escuchar» y Ferrater, un hombre «muy raro y especial». Este último hablaba mucho con Artells porque le hacía consultas gramaticales. La Ciudad Condal significó para Armengol el despertar de la conciencia política. «Descubrí el catalanismo en Barcelona, antes, en Mallorca, no me preocupaban los temas de identidad», declara.

Poesía

A pesar de los homenots, Armengol confiesa que nadie en concreto le empujó a ser escritor, aunque sí le motivaron a seguir escribiendo. No en vano, además de novelas, es autor de numerosos ensayos y poemas. «He escrito muchísima poesía, pero soy muy pudoroso y me da vergüenza publicarla. La vergüenza no se pierde con los años, de hecho, creo que cada vez soy más tímido. Ya la editarán mis hijas si quieren –Maria Antònia, MariaMagdalena y Francina, la presidenta del Govern–, pero yo no me atrevo. La poesía es más íntima que la narrativa y tengo cierta reticencia a mostrar mis sentimientos. La poesía siempre es más corta, precisa y más intensa», confiesa.

El escritor avanza que ya tiene otra novela terminada, Secrets de família que, como el propio título indica, hablará sobre algunos «trapos sucios», algunos reales y otros ficticios, que puede esconder cualquier familia normal y corriente. «Es una novela de unas 500 páginas y bastante diferente a lo que he hecho hasta ahora. Tratará sobre aquello que las familias guardan pero ocultan. Así como también los temas que son tabú o que lo han sido en algún momento, como cuando se hablaba de la hija del pecado si era de una fadrina o cuando se hablaba de rojos o xuetes. Escándalos que tenían lugar en los pueblos», detalla.