El escritor y colaborador de este periódico Lluís Maicas acaba de publicar ‘Culleres amb forats’. | Jaume Morey

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Los que le conocen o, como mínimo, han charlado un poco con él en alguna ocasión, tendrán a Lluís Maicas (Inca, 1954) como alguien con un lúcido sentido del humor y de la responsabilidad y un escritor disciplinado. Lo demuestra en cada libro que publica, que no son pocos. El autor acaba de sumar a su dilatado currículum otro nuevo poemario, Culleres amb forats (Ensiola). Lo presentará el próximo 7 de mayo en Inca.

El título de Culleres amb forats, que llega tras Goteres de llum (Ensiola, 2020) y Ple de jo (Perifèrics, 2021), podría ser un reflejo de ese espíritu irónico que tanto caracteriza al colaborador de este periódico. Sin embargo, proviene del poema Sopa y tendría un significado diferente: las cucharas con agujeros servirían, a los que desgraciadamente no tienen nada, para engañar el hambre. «Siempre procuro que mis poemas tengan dos o tres interpretaciones, diferentes significados o que tengan una sola dirección. El lector decidirá qué camino toma. Puede haber algunas direcciones más evidentes, pero también hay algunas que están camufladas. Hay poemas que no son tan sencillos como parecen», resuelve.

Temas

La enfermedad, ligada a la hipocondría, la muerte, el amor, los giros inesperados que se dan en la cotidianidad o el mundo literario son algunos de los temas que envuelven este libro, pero que también están presentes en sus predecesores. «Es un poco todo lo que soy y lo que me envuelve. A veces son asuntos que tienen una procedencia más vulgar que poetizo para dar un sentido a la existencia a la vida. Porque todo tiene un significado. ¿Y por qué escribo? Por si encuentro una respuesta que me sirva. Todavía la busco. Uno busca respuestas a preguntas que siempre tiene, aunque estoy en esa búsqueda y no hay nada que me consuele», reconoce.

Por otra parte, asegura que, cuando escribe algo, lo publica y luego se olvida. «Soy una persona con mala memoria, aunque como la de todos, puede ser selectiva. No recuerdo lo que escribo. He conocido poetas capaces de recitar un poema suyo. Si alguien me lee un poema que escribí hace cinco años, soy incapaz de decir si es mío o no», añade. Esta mala memoria puede traer un problema: la repetición.

«El hecho de repetirse puede deberse a dos conductas: es síntoma de mala memoria o de la vejez. Los viejos suelen repetirse mucho, cuentan siempre las mismas historias. Soy mayor, pero creo que todavía no he entrado en esa fase. Pero puede que sí hable del mismo objeto o evento, pero lo hago desde otra perspectiva. No es un plagio de mi mismo», admite.

Sobre su energía creativa y prolificidad, Maicas declara que «creo en la propia inercia creativa». Es decir, «soy del parecer, como muchos, que trabajar constantemente contribuye a que surjan ideas que no aparecerían si no estuvieras trabajando». A veces, revela, tiene épocas más fértiles y otras en las que la creatividad se enquista. «Puedo estar una semana sin que me venga ninguna idea a la cabeza y otras me pueden venir tres o cuatro seguidas. Si estoy diez días sin escribir un poema me preocupo».

Facilidad

«Bartomeu Fiol solía decir, y yo también lo pienso, que la poesía es la hermana pobre de la literatura. Porque, en realidad, hay mucha gente que escribe poesía. A veces uno escribe un solo libro, o dos, y luego se agota y pasa a otras historias», señala.

«Para algunos, la poesía es un género o una forma de escribir más fácil que la prosa. Yo siempre he defendido lo contrario. He escrito dietarios y novelas y encuentro más fácil escribir una novela que un poemario. La única diferencia es que una novela requiere tiempo y continuidad y un poemario no tanto. En un texto más largo, puedes engañar más; pero un poema tiene que decir lo que dice. Si necesitas un libro para explicar un poema tenemos un problema. Ahora bien, cualquier opinión es válida y no válida a la vez».

Por el momento, Maicas garantiza que no se piensa jubilar. «Mientras pueda, me apetezca y me haga ilusión, seguiré escribiendo. Pero supongo que algún día tendré que parar, tanto si quiero como no». En todo caso, el autor avisa que «no pertenezco a las capelletes, soy poco gregario en este sentido. Muchos escritores tienen un ego inconmensurable y los artistas son insoportables, aunque los que yo conozco precisamente son muy buenos y sencillos». «Nos tenemos que acostumbrar a ocupar el lugar que nos toca dentro de la sociedad que sí, es importante porque tienen un peso y lo que hacen o dicen tiene trascendencia. Pero no es para tanto», concluye.