La escritora Laura Fernández presenta este lunes su novela en Palma. | NOEMÍ ELIES

TW
0

Hace justo dos años, Laura Fernández estaba en Palma para participar en un ciclo de lectura de laUIB organizado por la profesora TeresaLópez Pellisa. Dos días después, se declaró el estado de alarma por la pandemia. Fernández vuelve ahora a laIsla para presentar hoy, a las 19.00 horas en la librería DracMàgic, su nueva novela: La señora Potter no es exactamente Santa Claus. Un libro que muestra un pueblo enloquecido y ficticio, Kimberly Clark Weymouth, donde siempre nieva y fue escenario de una novela famosa cuyo espíritu sigue presente.

Vuelve a Palma dos años después de la pandemia. Y muchas cosas han cambiado desde entonces.
— Recuerdo que cuando volvía en el avión a Barcelona el hombre que se sentaba a mi lado llevaba una mascarilla y yo lo miraba como si estuviese loco.

En esta ocasión su llegada a Palma viene precedida por el éxito de su nueva novela. ¿Qué cambia respecto a sus otros libros?
— Es como la misma melodía con otro tono. Tengo la sensación de que está condensado todo lo que me ha interesado a nivel estilístico, vital y experiencial. Es todo muy barroco. Añado muchas cosas que me gustan por el camino como personajes de otros sitios. Mi estilo es parecido al de Connerland, más circular, más barroco. Aquí en cambio decidí escribir por capítulos como si fuesen una muñeca rusa, con una historia principal de la que salen otras dos. Fue durísimo a nivel estilístico.

Su manejo del lenguaje es contrario a los manuales de aprendiz del escritor, que recomiendan economía de adjetivos o el destierro de adverbios.
— Creo que la novela es muy libre, hay cierto antiautoritarismo. Los personajes no quieren ser lo que los demás creen que son, lo que piensan de ellos. Todo está en la novela para que sea muy libre. Los adjetivos de la novela se contradicen entre ellos y todo va en el sentido de liberarse del corsé. No solo de la lengua, sino de los personajes.

En esta novela está presente la maternidad y esa mala madre que es la de Billy, que lo abandona de niño para ser pintora.
— Creo que en esta novela yo soy la madre pero también el hijo. Llevo siendo madre hace trece años y entiendo ese interés de la madre de Billy para recuperar tu individualidad, para reconstruirte. Pero a la vez, como hijo, deseas que para tus padres tú seas el centro del universo y te den el reconocimiento del mundo. Cada uno, desde el punto que nos toca, hacemos lo que podemos. Este libro me ha servido para entender muchas cosas.

En la trama, el pueblo está lleno de detectives y espías que controlan lo que hacen sus vecinos. ¿No recuerda a las redes sociales en las que cada uno stalkea al otro?
— Sin darme cuenta, he escrito una novela que habla del pensamiento único que impera hoy en día y del intento de alejarse de él. Según el like que des, la gente puede pensar algo de ti. En la universidad decían queInternet sería la aldea global y es verdad, en las redes vivimos en un pueblo y estamos expuestos. Y los demás piensan de nosotros a partir de lo que ven o por un detalle. Que es lo que pasa en los pueblos. La novela reivindica que somos universos enteros y que no nos podemos conformar con lo que piensen de nosotros.

Las 600 páginas también están repletas de escritores y periodistas que trabajan en revistas absurdas.
— Es un homenaje a la profesión, un intento de devolverle el romanticismo. Si te fijas, hay un personaje que se mueve por rumores hasta que decide salir a la calle y se da cuenta de lo que sucede en el pueblo. Y entonces todo empieza a cambiar. Hay una idea romántica de nuestra profesión en la calle, desde la precariedad absoluta, pero hay que volver allí, a la calle.

Portada del libro.

La novela está siendo un éxito y ya va por la quinta edición.
— Hay una promoción muy bestia esta vez. Estoy haciendo un viaje por semana y el libro salió el 4 de noviembre.

Es periodista, es madre y además escritora. ¿Cómo es su método de trabajo con semejante ritmo?
— Escribo una página al día cuando puedo. Con esta novela llevaba un diario de la novela por si estaba dos semanas sin escribir y así volver al mismo escenario. La sensación que tenía cuando escribía esta novela era ¿quién se va a leer esto? Todo el mundo hace autoficción. La novela está ambientada en un sitio nevado, con toda esta gente... Será el último libro que me publiquen en Random House, me imaginaba. Yo antes no vendía ni mil ejemplares y ahora vamos por 20.000 ejemplares. Ahora me planteo cómo voy a escribir el siguiente.

Sus referentes remiten a Stephen King o Fargo.
— Nunca empaticé con la literatura española. Hablaba más de mí John Fante que Carmen Laforet. Mis padres, como inmigrantes, no venían con una historia detrás. En la literatura americana hay mucho de eso.Cuando era pequeña básicamente leía, estaba muy sola porque mis padres trabajaban hasta tarde. Era más real lo que pasaba en la tele que mi vida. Luego me puse a escribir historias. Spielberg, Joe Dante, Los Gremlins... Este fue el cine con el que crecí. Vivía en un barrio a las afueras y leía Stephen King. Compraba los libros en el Pryca y quería escapar a ese mundo con gente más guay que en la vida real.