Els Amics de les Arts, en una imagen promocional.

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Diecisiete años de ironía, emoción y acordes populares. El Auditòrium de Palma acoge este viernes una velada de pop, folk y sintetizadores protagonizada por el trío catalán Els Amics de les Arts, que llegan con su última referencia de estudio El senyal que esperaves. Trufado con un puñado de historias que iluminan la realidad desde diferentes flancos, con un exquisito sentido de la melodía por bandera. Es el primer elepé que firman como trío tras la marcha de Eduard Costa, y en el que repiten con el productor escocés Tony Doogan. Hablamos con Dani Alegret (voz y piano) sobre la capacidad del grupo para desatar piezas de un lirismo arrebatador, que se han convertido en imprescindibles para oídos sensibles.

Tras más de 15 años, decir que el grupo sigue madurando ¿ha dejado de tener sentido, o esta es una carrera de fondo en la que nunca se deja de aprender?
—Quiero pensar que una de las suertes de mi profesión es que nunca dejas de aprender cosas, en cada disco hemos metidos elementos nuevos.

Els Amics de les Arts cuenta con los parabienes del publico y la critica. ¿Hasta qué punto condiciona ese ‘background' a la hora de grabar nuevo material?
—Somos muy afortunados porque la gente que nos sigue nos permite experimentar, está por la labor, se abraza a cada disco con sus cambios, tenemos mucho suerte de tener el público que tenemos.

A la hora de crear, ¿alguna vez siente que debe borrar parte de lo aprendido para recuperar la espontaneidad?
—Creo que estamos en un momento muy bueno. Nos hemos renovado evitando el barroquismo y nuestra música suena muy natural, ahora hacemos cosas más sencillas. Creo que en el equilibrio está la clave.

Podría decirse que vuestra carrera tiene mucho de ‘work in progress', es decir, que se aleja de rutas planificadas en pos de la intuición…
—Nos dejamos llevar por la intuición, pero somos más previsores de lo que la gente imagina. Nos gusta tenerlo todo controlado, planificamos las cosas.

¿Qué papel desempeña la improvisación en la composición?
—Habitualmente, uno de nosotros llega con una idea, la expone y si cuaja a partir de ahí se comienza a abrir la puerta de la improvisación. También es verdad que al entrar en el estudios nos ceñimos a un guion.

Cuando uno se asoma al umbral de los 40, ¿siente la necesidad de mirar atrás y hacer balance o aún no es momento para zarandajas nostálgicas?
—He sido el último del grupo en cruzar ese umbral. Y creo que ahora mismo estoy en el mejor momento de mi vida.

¿Cree en el poder terapéutico de la música?
—¡Y tanto!, pero no de forma mística. La música acompaña a la gente en momentos importantes de su vida y tiene un efecto transformador.

¿Qué canción escogería como autorretrato?
—Una del último disco titulada Mentrestant, me encuentro muy reflejado en su letra.

¿Qué canción le gustaría haber escrito?
—Muchas. A nivel económico el Aniversari feliç, me haría de oro con los royalties (risas). Emocionalmente te diría un clásico: Rhythm of my heart, de Rod Stewart.

¿Qué acontecimiento cambió su vida?
—Fue en el año 2009, en el barrio de Sant Andreu de Barcelona. Fue la primera vez que sentí que la gente coreaba lo que cantábamos y me quedé impactado.

¿Qué es lo peor que les ha pasado en un control de aeropuerto?
—Una cosa horrorosa. Joan Enric se dejó su MacBook en el aeropuerto de Londres. Pero tuvo la potra de que al día siguiente volvimos a pasar por allí y estaba en objetos perdidos.

¿Es más importante el camino o el objetivo?
—Creo que el camino, porque es lo que siempre tienes. El objetivo es más bien lo que buscas y no siempre se consigue.

¿Cuál es la mayor lección que le ha enseñado la vida?
—Me ha enseñado a entender a mi madre a través de mi paternidad.