La escritora Maite Salord, en Quars Llibres.    | Pere Bota

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La historia es cualquier cosa excepto un cajón separado o una habitación cerrada y ajena al nosotros y nuestro presente. En realidad, fluye a través de las calles, los adoquines de las aceras, los rasguños de las fachadas o el rumor del agua de las fuentes de nuestras plazas. Interconecta todo, aunque a veces hay que rascar un poco más para descubrirlo. Eso es lo que la escritora y expolítica Maite Salord, expresidenta del Consell de Menorca, hace en El país de l’altra riba, la novela que le valió el Premi Proa de novela y que presentó ayer en Quars Llibres. En el libro teje dos hilos narrativos que unen pasado y presente con Menorca y la emigración menorquina a Argel, donde fundaron el pueblo Fort de l’Eau, una especie de Petita Maó.

¿Cómo dio con la idea para esta novela?
— El impulso para este libro es querer explicar y explicarme qué supuso esta emigración menorquina a Argel a finales del siglo XIX. Es un tema que siempre me ha interesado y que, de hecho, ya había salido en otras novelas mías, pero me apetecía adentrarme en ello a fondo y lo he podido hacer con El país de l’altra riba. El punto de partida es este, pero en un momento dado vi unas imágenes de un Junker-88 que venía de bombardear el norte de África y cayó en aguas de Menorca y me hizo pensar que ese avión podría haber bombardeado pueblos como Fort de l’Eau, fundado por menorquines.

Dándose la extraña circunstancia de que podría estar bombardeando a menorquines emigrados y, al mismo tiempo, ser rescatado por menorquines isleños.
— Exactamente. Los supervivientes del avión fueron rescatados y atendidos y pudo darse esa circunstancia paradójica que a mí, desde un punto de vista literario, me sirvió para ampliar la historia.

Han pasado siete años desde su última novela, ¿necesitó desembarazarse de ella?
— La redacción de L’alé de les cendres fue muy intensa, pero cuando la publiqué ya había comenzado esta nueva historia. Ha sido mi dedicación política lo que ha ralentizado el ritmo de escritura más de lo habitual.

En ambas novelas hay una mirada al pasado, ¿es la mejor fuente de inspiración?
— Me interesa mucho ligar el pasado y el presente. Vivimos instalados en el presentismo y nos convendría mirar más qué pasó hace no tantos años. Una frase de la novela dice que el pasado es presente y vive en nuestros días. Esto permite hacer hilos narrativos: uno en Argel con los menorquines que vivían allí y otro en el siglo XXI, en las protestas contra la Guerra de Irak.

¿Ha habido una gran labor de documentación?
— Bastante, sobre todo con la línea narrativa de Argel ha sido necesario hacer una labor de investigación importante e ir encajando las piezas de la historia para que sea verosímil. También era necesario dibujar un marco histórico en el que se muevan los personajes que sea creíble. Me interesa cómo la gente anónima vive la historia, que es lo más importante.

¿Cree que la gente anónima es la que, indirectamente, mueve la historia o es quien la sufre?
— De ahí la cita de Albert Camus en la novela, que es muy adecuada porque dice que el escritor debe ponerse al lado de quien sufre la historia. Es evidente que los conflictos bélicos del siglo XX afectan de manera muy importante a los personajes y todos necesitan esa otra orilla para lograr sobrevivir.

¿Cómo es tratada la identidad menorquina?
— Los personajes, a pesar de tener muchas idas y venidas, acaban perteneciendo al lugar en el que les quieren o donde hay gente que aman. Claro, hay muchos que se van de Menorca y vuelven, pero ni Menorca es igual ni ellos tampoco son los que eran. Aquí aparece el choque entre la evolución del personaje y la de la propia isla y la idea que ellos tenían en su mente. Por otro lado, esta identidad queda muy fijada en la creación del pueblo de Fort de l’Eau, que fue como una pequeña Maó o Menorca donde mantuvieron gastronomía, costumbres y la lengua, mismamente.

¿Qué supone volver a publicar con Proa?
— Para mí es importantísimo este premio tras siete años de silencio literario. Poder volver a publicar con Proa, con quienes ya lancé La mort de l’ànima, y siendo su tercer Premi de Novel·la, es un gran impulso y estoy muy satisfecha. Además, ahora que he dejado la política, mi ritmo será un poco más ágil.

Portada de la novela de ‘El país de l’altra riba’.

¿Su experiencia en política ha perfilado su visión como escritora?
— Yo soy una. Tanto como política, escritora, madre, amiga, soy una y todas estas facetas, de alguna manera, están relacionadas. Ahora bien, es cierto que la política me ha ofrecido la posibilidad de conocer personas y realidades que me han enriquecido mucho y me han ayudado a crecer personalmente.

Por último, Albert Camus aparece citado y, además, su ascendencia era menorquina, ¿qué relación tiene con la trama?
— No es ningún personaje y la cita aparece hacia el final, pero sí es verdad que leí sus Crónicas argelinas durante la etapa de documentación y me sirvieron mucho para ver el clima social de la época. Y creo que toda su visión sí sale a través de las página de la novela, como los valores camusianos de amor, solidaridad y justicia.