Bartolomé Seguí posa junto a las tres adaptaciones que ha realizado de las novelas de Vázquez Montalbán. | R.C.

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Después de Tatuaje y La soledad del mánager, el tándem formado por el dibujante Bartolomé Seguí (Premio Nacional por Las serpientes ciegas) y el guionista Hernán Migoya (Nuevas hazañas bélicas) se atreve con la obra más querida de Manuel Vázquez Montalbán: Los mares del sur (Norma Editorial). Seguí, colaborador de este periódico, acaba de presentar el volumen junto a Migoya en Barcelona y Madrid y espera que, para después de fiestas, también puedan hacerlo en Ciutat.

¿Los mares del sur es la novela más conocida de Manuel Vázquez Montalbán?
— La más conocida, junto a Tatuaje, seguro. Además, ganar el Premio Planeta situó definitivamente a Pepe Carvalho como uno de los personajes más importantes de la literatura española. Los mares del sur fue también la primera novela de la serie que leí y con la que disfruté de descubrir a un detective ‘a la española’. Hay que pensar que, antes de Carvalho, los detectives que molaban eran los de la novela negra americana. Carvalho se movía por los barrios de Barcelona que yo también transitaba cuando comencé mi carrera como dibujante. Su influencia fue tal que mi primer personaje, Simón Feijoo, es un indisimulado homenaje a Carvalho.

¿Qué destacaría de esta obra?
— Creo que en esta nos encontramos ya con un personaje perfectamente definido, más maduro, más desencantado también de la realidad que transita. Es lo que sería un outsider, cuya única familia son una prostituta y un ayudante exconvicto y marginal.

También hay elementos comunes con los anteriores libros.
— En esta historia se repite esa voluntad de Vázquez Montalbán de retratar, o más bien confrontar las dos clases sociales: los de arriba y los de abajo. La burguesía acomodada y la clase trabajadora, representadas aquí a la perfección en esa Barcelona de Sarrià y Pedralbes, frente a esa otra de extrarradio de lo que era Bellvitge o Ciudad Badía, en el imaginario barrio de San Magín. Poder trasladar gráficamente la sensación de lo que eran esas ciudades de edificios interminables crecidas de la nada fue por lo que pedimos a la editorial ocho páginas extra.

Las novelas de Vázquez Montalbán son también valiosas crónicas de la sociedad de una época.
— Sus novelas son mucho más que simples novelas policíacas. La trama criminal es una excusa para realizar una crónica casi periodística de la historia de España en esos años de la Transición. Carvalho es un héroe muy diferente: envejece y evoluciona al igual que lo hace la sociedad. Ese cambio en la fisonomía de la ciudad es, como dibujante, uno de los aspectos más interesantes de estas adaptaciones.

Es una época y una ciudad que conoció de primera mano.
— Para mí, volver a dibujar esa Barcelona anterior a las Olimpiadas, cuando la ciudad aún no se había puesto guapa y pertenecía a los barceloneses, y que ya dibujé en El Víbora, es un placer añadido. Más allá de una simple representación fotográfica, hemos buscado una representación más evocadora que Hernán ha adornado también con elementos que no aparecen en las novelas pero que ayudan a recrear emocionalmente esos años. Puede que muchos lectores jóvenes desconozcan algunos elementos, que estos pasen desapercibidos, pero estamos seguros que a quiénes vivieron esos años, les arrancará alguna sonrisa.

La novela está escrita justo después de aprobarse la Constitución y ya se refleja ese desencanto tan vigente ahora.
— Lo que más sorprende de esta nueva lectura es lo atinado que era en su análisis de lo que estaba pasando. Hoy, que estamos inmersos en la revisión sobre si la Transición fue tan modélica como nos contaron, puede que ese desencanto expresado en la novela porque «ya nadie me llevará al sur» fuera también un desencanto por una Transición política que prometía más de lo que al final fue.

La literatura es otro punto clave de Los mares del sur, que ya se desprende del propio título.
— Es paradójico como estos mares del sur, paisaje idílico en el imaginario general, él lo sitúa, no en una isla caribeña, sino en una ciudad de extrarradio en la que se refugia un rico empresario que busca de recuperar la pureza y quién sabe si purgar los pecados de una especulación que él ayudó a construir.

Además, aquí Pepe Carvalho también continúa con su afición de quemar libros en la chimenea.
— Carvalho no quema libros porque sí. En su caso, es un ajuste de cuentas porque la cultura lo ha alejado también del mundo. El conocimiento te hace más libre, pero no siempre más feliz.