Antonina Canyelles, ante el expositor de la librería Embat. | Pilar Pellicer

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«Nos vemos en la oficina», suele decir Antonina Canyelles (Palma, 1942) a sus amigos. Y allí, en su despacho, es donde concede también esta entrevista; un despacho que es, nada más y nada menos, una mesa en la terraza del bar de la esquina cerca de Embat, librería de cabecera de la escritora. Esta costumbre refleja muy bien el carácter de esta escritora «punki», «irreverente» y «mujer bala de la literatura catalana», como la
describe su editor de referencia, Jon López de Viñaspre, de Lapislàtzuli. Canyelles es una escritora más de barra de bar que de estudio.

En Quars, hermana de Embat, y con la compañía de su editor, presentará este jueves, a las 19.00 horas, su nuevo poemario, Exercicis d’una mà insomne. También participará en este acto el artista J. A. Mendiola, quien ha ilustrado el volumen. Además, Jon López de Viñaspre aprovechará la ocasión para rodar un documental sobre Canyelles para «visibilizar a una poeta tan potente y desconocida a la vez». La productora del filme es Fromzero, de Banyoles (Girona), y el director de la película es Xavier Pérez. Este mismo jueves rodarán algunas escenas en el Teatre Principal de Palma, aunque también filmarán en otros lugares de la Isla y participarán personalidades importantes de la cultura mallorquina y catalana.

Nocturna

Como sugiere el título, Exercicis d’una mà insomne es una selección de ejercicios escritos cuando la ciudad duerme. «Escribo de noche, como George Sand», bromea la autora. «Un día no sabía qué hora era y eran las seis de la mañana, así que ni me fui a dormir. De noche escribo, en caliente, y por la mañana es cuando corrijo y edito», cuenta.

«Igual que estudiaba violín y hacía ejercicios de arco o de semicorcheas, esto es un cuaderno de ejercicios poéticos. Hago pruebas y, si alguno se me resiste mucho, lo abandono. Hay muchos poemas abandonados que terminan en la papelera. Algunos parecen chistes, pero no lo son», reconoce la escritora, que asegura que «me he divertido mucho escribiendo este libro, a menudo me reía sola. Si dijera que escribo para divertirme no sería una verdad total, pero sí en parte. Hay quien sufre cuando escribe, pero no es mi caso. Si sufriera, no escribiría».

De hecho, la música está presente también en los versos de la escritora. «Siempre escribo con música, sobre todo clásica, pero también jazz, Maria del Mar Bonet y todos los franceses de los años cuarenta. Una de las cuestiones que más me importa es que los poemas tengan un cierto ritmo, una musicalidad interior. Incluso a veces he cambiado buena parte de algún poema porque alguna preposición quedaba colgada. Tengo que cantar el poema, escucharlo», detalla.

Autorretrato

Poeta con un solo pelo en la lengua, remanente de una «rancia educación», «grollerona, irónica y no canónica», fumadora de sus poemas, cuyas cenizas y colillas esparce «impúdicamente». Así se define Canyelles en los versos que inauguran este poemario.

«En síntesis soy esto. Todavía tengo un pelo en la lengua. He sido transgresora y puedo ser grosera, aunque también esto es una estética que tienes que saber poner donde creas. Siempre utilizo la misma paleta de colores. La dificultad y la gracia es saberlos combinar para que digan exactamente lo que quiero. Una vez leí en algún sitio que una persona escribe para que le quieran. En mi caso, escribo para captar cómplices; no puedo asaltar el banco de la poesía yo sola. No escribo por escribir, eso es como hacer lápidas sepulcrales. Algún mensaje tienes que enviar. Yo tiro balas de papel. Mi cañón es de cartón y tira confeti», relata.

Una de las cuestiones más importantes en la obra de Canyelles es la religión. «El nacionalcatolicismo nos amargó la vida. No sé cómo mi generación no ha terminado en un manicomio», afirma. No en vano, la ilustración de Mendiola que aparece en la portada del volumen es una mujer crucificada o «una bailarina», propone. «Los años del franquismo fueron muy oscuros y duros. Nos querían ignorantes, nos preparaban para ser unas eternas menores de edad. Siento mucha rabia por todo aquello, pues es un tiempo perdido e irrecuperable», lamenta. Por ello, no es de extrañar su posición en contra de que los colegios de las Islas impartan una asignatura de religión islámica. «Ninguna religión debería impartirse en la escuela. De eso se tienen que encargar las familias, las parroquias o las sinagogas. La educación religiosa es algo privado», insiste.

La autora también dedica un poema a las mujeres de esta generación, a las que insta a «no callar tanto» «Las mujeres de ahora no hablan suficiente teniendo en cuenta lo que hemos sufrido a lo largo de la historia y lo que sufrimos todavía hoy. Hay demasiado silencio. Claro que hemos avanzado, pero, por ejemplo, seguimos cobrando menos que un hombre por el mismo trabajo», denuncia Canyelles, que advierte que «nunca se sabe si este libro será el último que publique, o puede que viva hasta los cien años y pueda editar unos cuantos más».