La artista y escritora Paula Bonet en Rata Corner. | Pilar Pellicer

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Literatura y pintura se «entremezclan continuamente» en las 236 páginas que conforman la primera novela –y seguro que no la última– de Paula Bonet (Vila-real, 1980). Este debut narrativo lleva por título La anguila –en castellano lo edita Anagrama y en catalán, Univers–, una potente metáfora de la «constante mutación» de este «animal misterioso que Aristóteles y Freud tanto investigaron». Ayer, Bonet, invitada por Rata Corner, presentó este libro tan especial en el cine Rívoli, acompañada por la periodista Cati Moyà.

La anguila es, como reconoce su autora, muchos libros o, como mínimo, un libro con «muchas capas que cada uno leerá según sus experiencias». «Es un libro sobre el cuerpo, sobre la maternidad, el aborto, la familia y la herencia; un libro de recetas pictóricas o un acto de amor hacia la pintura», sugiere Bonet. En todo caso, confiesa que es una obra que tiene «una parte autobiográfica y otra ficcionada que son muy difíciles de distinguir». «Una autobiografía a los 40 años sería muy aburrida, necesitaba la ficción para que hubiera revelación. Además, la ficción es lo que da sentido a la novela y hace la historia más verosímil», apunta.

Poder

Los mecanismos de poder y el machismo también son piezas significativas de la novela. En este sentido, Bonet subraya que «hace un mes que se ha publicado y he recibido mucho feedback, sobre todo de hombres, algo que valoro mucho porque me preguntaba si los hombres se apropiarían del libro». Y es que a pesar de abordar estas cuestiones, la autora advierte que «no es un libro de mujeres, pues los personajes que deciden y condicionan la vida de los demás son los hombres. La forma en la que se han acercado ellos demuestra que estamos en un momento bueno de revisión. Queda mucho camino por recorrer, pero los hombres se están esforzando por hacerlo, por enfrentarse a sí mismos y ver los elementos que preferirían no haber visto nunca».

Hombres

Algunos de los hombres de La anguila tienen nombres propios, como el queridísimo abuelo Alfonso, todo un referente para Bonet, pero otros no, como el «Hombrecito» o el «poeta Premio Nacional». «Todas las figuras masculinas están tratadas desde el mismo lugar de estima, lo cual es interesante cuando se presentan los agresores, pues hace que te preguntes cómo te puedes enamorar de un agresor. Dos de ellos están inspirados en personajes reales y para mí era muy importante que no hubiera rabia. Por eso he tardado tanto tiempo en escribir este libro, lo quería narrar desde un lugar sereno, más vinculado a la decepción que no a la rabia o al dolor», detalla.

El hecho de que estos hombres no tengan nombre responde a la necesidad de «no individualizarlos, porque actúan de una manera que no es propia de un hombre concreto, sino que hay muchos hombres que se comportan así. Por eso quería que fuera algo universal, porque el problema es estructural y existe un contexto que permite que individuos así hagan maldades», denuncia. Sobre este despotismo, que también se da en el mundo de la cultura y así aparece reflejado en la obra, la escritora afirma que «es más siniestro que una persona que tiene acceso a la cultura la haga servir desde una bajeza moral evidente y asquerosa». De hecho, la protagonista, que también se llama Paula, duda sobre si ha sufrido una agresión. «Eso es el patriarcado, hacerte dudar incluso de que te han violado y tener que explicar la historia mil veces. De media, se tardan unos ocho años en asimilar algo así, lo cual no implica que te atrevas a denunciarlo», puntualiza.

Pintura

Bonet resalta que La anguila también tiene en paralelo su proyecto pictórico: la exposición homónima que ya puede verse en La Nau de la Universitat de València y de la que se ha editado un catálogo. «Hay muchas semejanzas y vínculos entre la pintura y la obra escrita. Cuando el lector termine el libro acabará con los dedos manchados de blanco y quien vea la exposición, de entender de qué trata el libro. Así como la novela tiene dos partes, la muestra tiene tres bloques, dado que no es lo mismo leer que mirar, aunque se parece mucho».

Sea como pintora o como escritora, Bonet asegura que es de la clase suicida, puesto que «es imposible ser honesto si estás más pendiente del mercado y del público que de la obra. Siento más respeto por la pintura y la literatura que por mí misma», sentencia.

Un momento de la presentación celebrada en el Rívoli. Foto: RATA CORNER