Aleixo Paz, protagonista del documental, e Ignacio Acconcia, director del filme. | POLREBAQUE

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Aleixo Paz se convirtió en ‘el niño de fuego’ cuando tenía ocho años. El camión cisterna cargado de gasoil que conducía su padre chocó con una furgoneta en la autopista AP-7, de Girona a Figueres, y cuando despertó su cuerpo ardía en llamas. Este trágico accidente sucedió un 8 de septiembre de 2009 y, ahora, doce años después, protagoniza el primer largometraje de Ignacio Acconcia: El niño de fuego.

El documental, que se estrenó en la 65 edición de la Seminci de Valladolid y que puede verse en Movistar+, se proyectará este viernes a las 18.30 horas en el Teatre de Manacor. Después del visionado, se celebrará un coloquio con el público en el que participará Acconcia. La actividad está organizada por el Cinemaclub 39 escalons, Infància 0 a 3 Manacor, Dones de Llevant y el Departament de Cultura del Ajuntament de Manacor.

Encuentro

Acconcia (Mar del Plata, 1984) conoció a Aleixo cuando éste tenía 13 años, en la Unidad de Quemados de la Vall d’Hebron (KREAMICS). «En ese momento tenía en mente un cortometraje sobre la identidad, pero di con esta asociación y me encontré con Teresa, la madre de Aleixo, y fui a conocerlo a Salt (Girona), donde vive», recuerda Acconcia.

«Lo que permitió que le grabara fue la amistad fraternal que forjamos durante años; iba con él, con su familia y a jugar al fútbol con sus amigos. A partir de intentar construir un personaje documental surgió la amistad. Se comprometió con el documental a los 14, empezamos a grabar con 18 y ahora tiene 20 años. Los 18 son un símbolo de la entrada al mundo adulto y era interesante hacerlo entonces también por cómo se enfrentaba a todo lo que tenía por delante», cuenta. «Todo el proceso ha sido natural; en nuestra relación, el documental ha sido la circunstancia. Hemos batallado el uno con el otro, pero cuando ya se estrenó la película, sabíamos que nuestra relación continuaría», afirma Acconcia, que después de esta entrevista había quedado precisamente con Aleixo. «Es probable que en todo el tiempo que duró el proceso cambiara de opinión sobre el documental. Si hubiéramos llegado más tarde, seguramente hubiera dicho que no», confiesa.

En este sentido, «el rodaje fue toda una batalla porque, a pesar de que él lo hubiera aceptado, había cosas de su vida que no quería mostrar. Tiene mucho carácter y es inseguro, se protege de esta manera y él lo reconoce, pero está contento con el resultado, lo cual es muy importante», matiza.

Aleixo, que lleva ya 45 operaciones, «siente mucha rabia por lo injusto que ha sido todo, las miradas indiscretas de los demás, y también se siente muy culpable por la situación de dolor que ha generado el accidente en la familia y en su entorno», apunta el cineasta. «Yo intentaba que viera el mundo de otra manera y, al final, creo que el documental fue una herramienta de sanación para él y precisamente quería que tuviera esa función, que fuera también útil para él, que fuera algo bueno para él», insiste. En este sentido, señala Acconcia, «la música ha servido para canalizar toda esa rabia, es una forma de sacarse los demonios».

Persona

«Me interesaba retratar a la persona, de ver quién era Aleixo por dentro. En el proceso intenté alejarme de lo que yo consideraría superficial. Al principio me planteé enfocar la película a través de la estética de la piel, pero rápidamente nos dimos cuenta todos que el personaje y lo que le pasaba por la cabeza estaba por encima de ese punto artificioso», reconoce. «Ésta no es una historia de superación al uso, de hecho, está en proceso de superación. Estamos intoxicados por estos tipos de relatos americanos de superación y no es este caso. La magnitud de su tragedia es proporcional al tiempo que necesita para curarse y está en ello, siempre he tenido fe de que lo conseguirá», concluye.