El escritor Marc Cerdó, en Barcelona, donde reside desde hace varios años. | Carles Domènec

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«En los años 90, en la era postolímpica, no había carreras universitarias como las de hoy, Literatura Comparada, por ejemplo, así que estudié Filología Catalana, que era lo más cercano al mudo de mi madre. Siempre he sido un gran lector y ya de pequeño entendí que, si quería estar con mi madre, tenía que leer, ser capaz de estar durante horas inmóvil en un mismo sitio. Ella vivía para leer y escribir, no concebía otra manera de estar ahí que no fuera esta. Nos entendíamos así, no hablábamos de temas personales, solamente de libros», confiesa el escritor e hijo mayor de Xesca Ensenyat, Marc Cerdó (Pollença). No en vano, Cerdó se ha ocupado, desde la «repentina» muerte de su madre en 2009, de publicar y difundir su obra inédita, que no es poca. Ahora, acaba de publicar Babalusa, la medusa (El Gall Editor). Además, al final del volumen incluye una selección de artículos que Ensenyat publicó en Ultima Hora en 1989 bajo el título de Els Morts.

Cerdó recuerda que para la edición de Una altra vida (Lleonard Muntaner, 2012), «me pasé todo un verano trabajando ocho horas diarias para revisar y corregir el libro, del que mutilé unas cien páginas, e indexar todo el archivo de mi madre». «Todo esto lo expliqué en aquel prólogo, pues tanto Una altra vida como Babalusa, la medusa, lo compartió en su blog L’hidroavió apagafocs, donde escribía con regularidad ante la falta de editores dispuestos a publicar sus textos. Y, como el mundo literario es muy carnicero y sanguinario, elaboré un prólogo a la defensiva detallando mis intervenciones, no fuera el caso que alguien se dedicara a comparar ambas versiones», advierte.

Por su parte, en el caso de Babalusa, la medusa, «la obra estaba mejor acabada y trabajada, así que me he dedicado sobre todo a retocar la puntuación o a restituir el orden lógico de los elementos oracionales, pues tenía la mala costumbre de trastocarlos. En ocasiones funciona muy bien, pero en la mayoría de casos confunden al lector y hace que se pierda. La prosa de mi madre bebía de la literatura oral, la oralidad era una característica omnipresente en su narrativa».

Paradoja

Tal y como apunta Cerdó, Xesca Ensenyat «paradójicamente» no tenía editores. A pesar de haber ganado premios como el Ciutat de Palma, el Ramon Muntaner o ser finalista del Josep Pla, no conseguía que alguien apostara por su trabajo. «Era algo muy dramático. Es verdad que era una persona de trato difícil, era imprevisible, nunca sabías por dónde te podía salir, era muy temeraria, pero eso también era parte de su encanto. Pero en un entorno tan pequeño como el nuestro, las Islas, Cataluña y los territorios de habla catalana, no basta con ser bueno, sino que tienes que saber promocionarte y venderte muy bien. Y Xesca Ensenyat creía que un escritor tiene que ser una voz independiente, capaz de arriesgarlo todo, sus amigos, su familia. Vivía apasionadamente su profesión y tenía un carácter insobornable», insiste. De esta manera, Ensenyat se ganó muchos enemigos, «se peleó con gente muy poderosa que la silenció y algunos de sus supuestos amigos y compañeros la traicionaron y la frenaron», confiesa.

Lúcida

En este sentido, Cerdó reconoce que «era una persona demasiado lúcida para ser feliz». «Estaba como desencantada de todo, decía que todo se iba a la porra, los amigos, la familia, la lengua... Escribía sobre la corrupción de la familia, de su entorno. Una novela es una forma de venganza, pero ella no escribía novelas, las perpetraba. Una novela es una acción y una acción provoca unos hechos. Ella quería provocar cismas, alterar el estado de las cosas, subvertir el status quo y la manera de conseguirlo era escribiendo novelas. Hay quienes hacen revolución, hay quienes inventan religiones y ella escribía novelas», manifiesta.

Ensenyat era, entonces, un auténtico personaje, algo que Cerdó materializará en lo que será su tercera novela. «He cogido textos inéditos de mi madre, que no estaban pensados para ser publicados, y que me sirven para construir un diálogo con ella, igual que la protagonista de Babalusa, la medusa, que habla a su difunto amigo», avanza.
Sobre esta valiente aventura, Cerdó avisa: «Si eres cobarde, no escribas, dedícate a otra cosa. Para escribir tienes que estar dispuesto a todo».