Pat Aguiló posa con un mocho en el Teatre Principal. | Jaume Morey

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En pleno centro del Teatre Principal, mocho en mano, la actriz Pat Aguiló, cuenta cómo compagina proyectos. Por un lado, los ensayos de Kelly, de Rafel Gallego y dirigida por Sergi Belbel que recalará en Palma el 26 de marzo. Por otro lado, su faceta más cinematográfica ha llegado de la mano de Álex de la Iglesia, quien la seleccionó para la serie 30 monedas y ahora confía en ella para El cuarto pasajero, su nueva película. Entre un papel y otro, Aguiló comparte escenas con el ganador del Feroz, Eduard Fernández, y con el Goya a Mejor Actor de Reparto, Alberto San Juan. Entre tanto talento, esta actriz que derrocha simpatía no descarta recibir algún premio: «Estoy viendo si todavía puedo optar al de actriz revelación», comenta entre risas.

¿Qué puede contarnos sobre Kelly y su personaje en la obra?
— Se trata de una obra coral en la que todos los personajes son muy importantes. Hay un hilo conductor que es una huelga, ahí se juntan las tramas de los demás personajes. Yo soy Sara, que es la más reivindicativa, pero también la más diplomática de todas. Tiene la visceralidad que el resto, pero es más política.

¿Cómo es la aproximación que hace Kelly a la situación de estas trabajadoras?
— Diría que hay una mezcla entre comedia y drama. Así es la vida misma, y eso Rafel Gallego lo capta muy bien. Siempre es necesaria cierta dosis de humor. Sirve como una descarga y, de hecho, viene dado en situaciones tensas que nos da esa risa nerviosa vital ante algo grave que se ha obviado.

¿Ha cambiado su perspectiva de este colectivo a través del texto?
— Yo siempre las he visto en el sentido de que he procurado dejar el menor trabajo posible. Lo que sí es cierto es que no era conocedora de las condiciones tan bestias con las que trabajan.

Hablemos de 30 monedas, ¿qué tal fue la experiencia?
— Maravillosa. Para mí, Álex de la Iglesia ha sido como si Dios bajara y pusiera una varita en mi cabeza. Yo vivía de la traducción y de repente aparece él con esta serie, que era un proyecto vital suyo. No hicimos ni cásting, sé de buena tinta que el propio director seleccionó a los 100 miembros del reparto, y decidió que yo iba bien para Remedios, la carnicera. Además, yo vengo de familia de carniceros, así que era perfecto.

Su escena con Eduard Fernández en la carnicería tuvo éxito.
— Fue un honor trabajar con Eduard. Esa escena está en el guion, aunque no del mismo modo, y a la gente le ha gustado que un señor que habla del bien y del mal, o de los cainitas, de golpe pase a pedir morcilla. Es un ejemplo de los distintos idiomas que hay en la serie y funcionan muy bien.

Aprovechando lo reciente del 8-M, ¿cómo considera la situación de la mujer?
— Yo creo que parece que está peor, aunque igual no lo esté. Casi me alegro de que se colara aquel audio en los Goya porque hace evidente que no estamos locas, que esas cosas pasan. Lo que ocurre es que está habiendo un cambio de paradigma, pero ahora parece que si criticas algo te vas a un extremo y no es eso, es que se lleva años ya reivindicándolo y no llega. Además, ahora el ojo de la sociedad está sobre ello y salen más escándalos, por eso parece que está peor. Creo que hay un empoderamiento, pero queda mucho camino.

Escándalos como el que saltó en el Institut del Teatre que coincidió con su etapa allí, ¿qué ambiente se respiraba?
— Viví esos años y a esos profesores y había como una complicidad no deseada sobre que no se denunciara. Por eso me hace gracia que se diga que estas cosas podían denunciarse desde el 18. Igual la pregunta es ¿por qué no se denunciaba lo que se sabía que estaba pasando? Porque eso se sabía. Había chascarrillos, comentarios, etcétera.

La actriz, en la serie ‘30 monedas’, de Álex de la Iglesia.