Realismo y exageración. De la Cuesta define su estilo como «realista» aunque en su nuevo trabajo puede experimentar con la «exageración» de los personajes, algo que le permite «crecer y seguir mejorando».

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¿Qué hacer cuando la próxima aventura espera al otro lado del país y hay que recorrer más de 4.000 kilómetros para llegar a ella? Si le preguntaran a Ramón de la Cuesta, el animador mallorquín afincado en Canadá, respondería que coger el coche, los bártulos y echarse a una carretera nevada y casi interminable. Todo porque al final del camino espera un nuevo proyecto. Eso fue, precisamente, lo que hizo De la Cuesta cuando surgió la oportunidad de sumarse al equipo de Hotel Transylvania 4, la nueva entrega de la exitosa saga de Sony y que está ahora mismo en producción. Decidió irse desde Montreal hasta Vancouver, literalmente de una punta a la otra de Canadá, y hacer lo que mejor se le da: animar.

El propio De la Cuesta explica que «no quería que mis perras fueran en avión y, además, daba algo de miedo con todo lo que está pasando. Al final dije: vamos en coche y ya está». Así arrancaron siete días de viaje por paisajes nevados, encuentros con ciervos, visitas a lagos congelados y conducción bajo ventiscas que fue compartiendo en sus redes sociales. Parece una historia de película, pero en realidad la película le esperaba a él al final del itinerario.

El destino era «sumarse a un proyecto que me haga crecer profesionalmente», y eso es la cuarta entrega de Hotel Transylvania, que cuenta con un reparto de lujo con Adam Sandler, Selena Gomez o Andy Samberg. La primera de las cintas fue, además, «una de las últimas películas que vi antes de volverme animador y es como trabajar en algo de lo que soy fan».

De modo que De la Cuesta tiene ahora como compañeros de trabajo al Conde Drácula, el Hombre Invisible, el Monstruo de Frankenstein, entre muchos otros, a los que «anima», o lo que es lo mismo, «hago que los personajes actúen».

En su caso concreto, «debo encontrar rápido el etilo y exagerarlo, que es lo bueno de este tipo de películas con un tipo de animación así, que todo lo que haces puede ir a más». De ahí que De la Cuesta haya escogido este proyecto, porque «mi estilo era más realista, pero eso quedaba más aburrido. Aquí hago una pose y si me funciona me pregunto cómo puedo hacer para exagerarla todavía más. Ahora no importa lo realista, y eso es lo divertido», apunta.

De la Cuesta suma, con su incorporación a Hotel Transylvania 4, un nuevo gran proyecto que llega tras acabar Ron’s Gone Wrong, película del estudio Double Negative para Disney que se estrenará, si todo va según lo previsto, este mismo año. Aunque si se habla de grandes proyectos en su carrera, no puede faltar Spider-man: un nuevo universo, la oscarizada cinta de Sony en la que De la Cuesta fue parte activa con su trabajo creativo.

Transformación

Mucho ha cambiado la industria, sin embargo, desde aquel proyecto con los estrenos simultáneos sucediéndose en las distintas productoras. Para De la Cuesta es algo que «casi lo prefiero porque no quiero que nadie se ponga enfermo por ver una película mía» y, además, ve la ventaja de «poder ver algo nuevo con los hijos en casa, donde pasamos ahora tanto tiempo. Al final es como nuestro pequeño regalo».

Recién llegado a Vancouver, donde «me siento muy a gusto», De la Cuesta se centra en los gestos exagerados de los personajes de Hotel Transylvania 4, con el deseo de «animar a Mavis, de quien me enamoré al ver la primera», pero sin quitar la vista sobre el futuro, con varios proyectos en mente, algunas grandes y muy esperadas producciones, con las que «seguir creciendo» y maravillando a públicos de todas las edades. Esta vez, quizá, sin tener que recorrer miles de kilómetros antes de empezar.

De una punta a otra de Canadá por amor

El animador mallorquín se encontraba residiendo en Montreal, donde había trabajado en Ron’s Gone Wrong, cuando surgió la oportunidad de sumarse al nuevo proyecto de Sony en Vancouver, a más de 4.000 kilómetros.

Fue el amor por su trabajo sumado al que le tiene a sus mascotas, dos preciosas dálmatas, a las que no quería meter en un avión. De modo que viajaron juntos en coche.