Hasta que se dio a conocer la existencia de este tesoro muy pocos habían oído hablar de Valsadornín, un pueblo de la montaña palentina con menos de una decena de habitantes. | Efe

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Uno de los mayores atractivos del reformado Museo de Palencia es el Tesoro de Valsadornín, una olla de bronce con 11.000 monedas romanas del siglo III, cuyo valor histórico se ha visto engrandecido por las certezas e incógnitas de su hallazgo y los avatares que sufrió hasta su regreso a Palencia, ocho décadas después de su descubrimiento.

«El de Valsadornín es uno de los tesoros de moneda romana más importantes de la Hispania», ha afirmado el director del museo, Javier Pérez Rodríguez, convencido de que este tesoro, la principal novedad de la exposición permanente de esta pinacoteca que abrió el pasado viernes sus puertas tras unas obras de restauración que han durado dos años y un mes, será su principal reclamo.

Y es que hasta que se dio a conocer la existencia de este tesoro muy pocos habían oído hablar de Valsadornín, un pueblo de la montaña palentina con menos de una decena de habitantes.

Alguno más había cuando los hermanos Eusebia y Tomás Roldán encontraron en 1937, en su pueblo y en plena Guerra Civil, un caldero de cobre con unas 11.000 monedas romanas acuñadas en el siglo III, que al día siguiente del hallazgo tuvieron que entregar a la Guardia Civil por orden del gobernador civil del momento.

Once mil monedas romanas en una olla, principal reclamo del Museo de Palencia
Vista del Tesoro de Valsadornín, uno de los tesoros más importantes de la Hispania romana y el principal reclamo del Museo de Palencia, que ha reabierto sus puertas tras unas obras de restauración que han durado más de dos años.

Seguramente Eusebia y Tomás vieran en aquellas monedas una salida a las penurias del momento, pero lo cierto es que la voz del hallazgo corrió como la pólvora y tuvieron que entregarlas a cambio de un premio que nunca llegó y que siguieron reclamando sus herederos durante décadas.

El caso es que el tesoro llegó al Museo de Palencia después de la Guerra Civil «en muy malas condiciones», aunque ya se sabía que era un atesoramiento de época romana, explica Pérez Rodríguez.

Por una parte estaba el caldero de cobre, que contenía «un amasijo» de monedas unidas y oxidadas, «prácticamente soldadas unas a otras», que se envió al Museo Arqueológico Nacional (MAN) para su restauración y tratamiento. Y, por otra, había 2.421 monedas que estaban desprendidas y se depositaron en el Museo de Palencia.

«Aquí han estado guardadas y catalogadas aunque nunca se han expuesto al público», explica. De hecho, en todos estos años solo tres de aquellas monedas han podido contemplarse en las vitrinas de numismática romana del museo palentino dentro de una cronología de los emperadores romanos, pero ni siquiera vinculadas a Valsadornín.

En cuanto al caldero, relata Pérez Rodríguez que se quiso restaurar en 1951 «pero por su complejidad técnica no se atrevieron a tocarlo», explica con alivio, porque la restauración inicial pasaba por «soltar» las monedas, cuando, en opinión de todos los expertos, «el interés y la singularidad de esta pieza está en el amasijo y el aspecto que tiene tal y como se encontró».

Es decir, un recipiente de bronce que contenía entre 10.000 y 12.000 monedas romanas «al peso». Literalmente, porque el conjunto pesa unos 45 kilos y el amasijo no permite contarlas una a una.

En cuanto a su historia, parece ser que su propietario lo ocultó por la crisis política que había a finales del siglo III en el Impero Romano, en que se sucedían las guerras civiles y muchos emperadores querían ser independientes.

Una inestabilidad política que constatan la gran cantidad de emperadores y emperatrices que hubo en el periodo en que se acuñaron estas monedas: entre el año 238 y el 270 de nuestra era, durante los reinados de 18 emperadores y emperatrices de Roma, Galieno, Claudio, Valeriano, Salonina, Emiliano, Trebonio o Macrino, entre otros.

«En 32 años hubo 18 emperadores y uno, Galieno, estuvo 15 años», señala Pérez, para dar idea de los vaivenes del momento, mientras explica que en el anverso de las monedas está la efigie del emperador con una corona que reproduce los rayos del sol, mientras que en el caso de las emperatrices su busto se sitúa sobre un creciente lunar.

También reflejan las monedas la crisis económica de esos años, ya que las más antiguas tienen mayor porcentaje de plata que las más modernas, y aunque todas fueron creadas durante el mandato de Marco Aurelio Antonino -por eso se las conoce como «antoninianos»-, inicialmente estaban hechas de plata pero poco a poco fueron perdiendo su valor a medida que la plata se iba sustituyendo por cobre y estaño.

«En un principio su valor era de dos denarios de plata, pero se fue devaluando a medida que se fue reduciendo la cantidad de plata», asegura Javier Pérez.

Algunas teorías apuntan a que el contenido del caldero podría ser el sueldo de militares romanos, pero nadie conoce los motivos reales de la ocultación, que con toda certeza se produjo «con posterioridad al año 270, porque es la fecha de la acuñación de la moneda más moderna documentada».

Tampoco se sabe por qué apareció este tesoro en el norte de Palencia. Y ni siquiera si el recipiente que contiene las monedas es una olla o un caldero. Pero se mantiene la teoría de Valentina Calleja, que fue directora del Museo de Palencia en los años 70 y realizó el primer estudio de estas monedas, constatando la importancia histórica de este descubrimiento.

Hoy, después de siete décadas depositado en el MAN, que finalmente lo restauró en colaboración con el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), el Tesoro de Valsadornín brilla en el Museo de Palencia como un reclamo perfecto para redescubrir esta pinacoteca, con acceso gratuito este mes de octubre.