Centenares de rodajes se han paralizado por la crisis del coronavirus. | Teresa Ayuga

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Muchos dirigimos la atención hacia el cine estos días tan caseros. Quizá simplemente para pasar el tiempo, o para poner al día la interminable lista de películas por ver o disfrutar de nuestros títulos favoritos. Gracias a quienes hacen el cine tenemos esa ventana extra en nuestro confinamiento, pero, ¿qué hacen durante su encierro por el estado de alarma aquellos que hacen cine?

Luis Ortas explota su vena productiva. «Tiempo libre no tengo, no me bastan las horas del día», explica sumergido en su mucho trabajo. El coronavirus ha paralizado varios estrenos y grabaciones que estaban programadas, pero frente a eso «me he puesto a escribir tres proyectos a la vez y lanzo uno a nivel internacional». Desde su ventana mira al mundo del mañana: «No estaría mal parar 15 días a la vez para dar descanso al planeta y pensar qué mundo queremos dejar a nuestros hijos».

En esa línea está Marcos Cabotá, que pasa las horas «trabajando en el montaje de mi siguiente peli», telemáticamente, por lo que «es mucho más incómodo». Sobre la cuarentena señala: «Prefiero estar en mi casa que en la cama de un hospital, por lo que no me quejo», y celebra «que viviendo con un ritmo tan acelerado, parar un momento no es para tanto». En los ratos libres «entre trabajo y biberones», revisita películas de su infancia «como Aladdín o La Dama y el vagabundo», que al contrario de lo que pueda parecer, «veo cuando todos se van a dormir».

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Marga Melià lamenta, por su parte, que su corto Dona haya visto paralizado su paso por festivales: «Tengo muchas ganas de que se vea», y añade que le «hace ilusión que haga el circuito con un estreno grande», descartando su debut online. Su pareja y ella son «niñeros 24 horas» de su hijo de dos años, lo que resta tiempo, aunque destaca «lo bonito que es jugar con él». Saca tiempo para leer El guion de Robert Mckee y pensar en el día después, que le preocupa: «No sé qué será la normalidad cuando volvamos a ella». De momento, lejos de la normalidad disfruta de Pipi Calzaslargas junto a su hijo y asegura: «Cuando recuerde el encierro recordaré a Pipi Långstrump».

Muy ocupado está Toni Bestard, que compagina las clases que imparte con «la familia, Netflix y paseos por el campo». «Me ha pillado con tres proyectos para después del verano por lo que tengo menos tiempo que antes». Aun así, refleja que «el no poder dar un paso más allá de la puerta te afecta psicológicamente», pero logra calmar esa inquietud con el visionado de documentales y películas «muy curiosas, surrealistas y oringales», como lo son Tiger King o El hoyo.

Por su parte, Victòria Morell trata de escribir, pero conoce de primera mano la «preocupante» situación del mundo audiovisual. Esa inestabilidad dificulta su concentración, «algo que antes no me pasaba». Para revertir este hecho, «experimento cosas que ya sabía hacer: toco el ukelele, pinto y escucho en todo momento mis necesidades sin sobreexigirme». Tiene claro que «si no sabía cocinar antes no voy a tener una estrella Michelín como Macarena de Castro cuando acabe esto».

Por último, Agustí Villaronga es el más relajado. Su día a día es sencillo: «No me he puesto a hacer guiones, reflexiono sobre las cosas y miro al mar desde mi terraza». El ganador de nueve premios Goya por el filme Pa negre apunta: «Es el tiempo que nos ha tocado y hay que aprovecharlo».