Concierto de Sopa de Cabra en Felanitx | Pilar Pellicer

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Hay heridas que nos acompañarán siempre, porque nos ayudan a no olvidar quiénes fuimos. Tiene esto que ver con el pasado, esa nebulosa zona llena de recuerdos y nostalgia, un arma poderosa, por cierto, como anoche se pudo comprobar en Felanitx, gracias a un repertorio que resiste el paso del tiempo y conecta generaciones. Y es que Sopa de Cabra tiene un pasado tan brillante que no puede evitar volver la vista atrás con nostalgia. Nostalgia de la saludable, entiéndase. El resultado, quién lo duda, es que sus conciertos son más un karaoke al aire libre que cualquier otra cosa.

Arrancaba la velada entre los vítores de la gente, que aguardaba con entusiasmo los fogosos himnos de los catalanes, tras el polémico cambio de día y ubicación que hizo peligrar la cita. En cuanto al ambiente, noche fresca y estrellada en Sa Torre, un bonito parque centenario lleno de historias. Algunas de ellas, seguro, parecidas a las que durante dos horas cantaría Gerard Quintana a un público con cara de niño extasiado, al que su padre le acaricia la imaginación con un hermoso cuento. Con algo de retraso, los protagonistas emergían del fondo del escenario hacia sus ‘puestos de combate', todo en su puesta en escena expresaba determinación. Comenzaba lo bueno.

Los de Girona siguen siendo un grupo eficiente a la hora de defender su repertorio, todo él cubierto de un sutil halo de tristeza y esperanza. Ese guión intocable, que es el corazón mismo de la banda, se enriquece con las aportaciones de su último disco con material inédito, Cercles, lleno de composiciones intimistas y reflexivas, que sugieren una escucha más reposada. Precisamente por ello, el concierto se decantó por ‘paisajes más visitados', esos temas que el público se sabe al dedillo, como Tot queda igual, primer corte de la noche y el que desató el karaoke. Y sucedió lo inevitable: las 3.000 almas apostadas bajo el escenario se catapultaron cada una a ese sitio, lugar, día o época –vaya usted a saber– que guarda como oro en paño en su memoria, reflejo de lo que fue y nunca volverá a ser. A continuación, Quintana dedicó Tornaré a ser lliure a Valtònyc.

Puede que Sopa de Cabra ya no figure entre los grupos de moda, y que su margen de innovación sea mínimo, pero merecen el respeto que les concede su pedigrí. Esos 30 años de canciones que por su vigor y dignidad adquieren una vigencia perenne. Así de sencillo, así de normal, así de extraordinario.