Entrevista a la Delegada de Cultura del Govern, Catalina Solivellas. | Pilar Pellicer

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Con una carrera de casi tres décadas dedicada a la interpretación, en la que ha recibido numerosos galardones e incluso una nominación en 2013 a los Premios Goya, la actriz Catalina Solivellas afronta ahora un reto que «nunca se me pasó por la cabeza»: entrar en política. Desde finales del pasado julio, Solivellas es la delegada de Cultura del Govern balear que comanda Francina Armengol, sin duda el fichaje más mediático de la presente legislatura que todavía está dando sus primeros pasos. Su principal prioridad será «escuchar» a los profesionales del sector y combatir sus carencias, sobre todo «la precariedad», para situar la cultura «en el lugar que se merece».

Su nombramiento fue una sorpresa. ¿Qué fue lo que le motivó a la hora de aceptar el cargo y adentrarse en el meollo político?

—No entraba en mis planes, ni siquiera lo podía imaginar. Pilar Costa me lo ofreció, me quedé en shock y tuve dos días para pensármelo. Lo que me motivó fue la oportunidad de poder servir y ser útil a mi tierra, con la que tengo una gran implicación emocional que no puedo obviar. Es una oportunidad para ejercer el activismo que siempre he perseguido.

¿Ha desaparecido la Conselleria de Cultura?

—No. En la anterior legislatura compartía conselleria con Esports y Participació. Ahora está con Presidència e Igualtat. De esta manera, el departamento de Cultura tendrá más fuerza al estar en Presidència, porque se involucrará en el resto de consellerias y así formará parte de todos. De esta forma, la cultura tendrá implicación en todos los ámbitos de la sociedad.

Tendrá que dejar la interpretación durante cuatro años, si todo va bien.

—Exacto, si todo va bien. No quiero pensar en eso porque es hacer futuribles. En 30 años nunca he dejado de trabajar, de interpretar; ahora he adquirido un compromiso y lo tengo que mantener.

¿Ha dado ya forma a su equipo?

—Todavía no se han hecho todos los nombramientos. Es imprescindible contar con un buen equipo y lo estamos conformando con gente preparada, con carreras incontestables. Para la gestión del día a día tenemos a los técnicos, que son especialistas.

¿Seguirán Jaume Reus y Maria Gràcia Salvà al frente del Institut d’Indústries Culturals (ICIB) y el Museu de Mallorca, respectivamente?

—Todavía no me he reunido con ellos. Ni es seguro, ni deja de serlo que ellos vayan a continuar, aún no se ha tomado ninguna decisión al respecto.

La reacción a su nombramiento fue positiva, pero se le achaca poca experiencia en gestión.

—No estoy aquí para hacer gestión, para eso están los técnicos. Mi encargo es político, en el sentido de que tengo que tomar decisiones. El criterio que tengo es el que he perseguido durante mis 30 años de carrera. He tenido relación anterior con la Administración, con una escuela de interpretación en Inca que funcionó muy bien. De hecho, creo que la precariedad es un gran problema. Creo que una de las cosas que hay que mejorar es el cobro de ayudas o pagos. Hay que agilizar mucho esos trámites para que la gente cobre rápido.

Los políticos hablan mucho de combatir la precariedad, pero no se ven los resultados.

—Los creadores, en su mayoría, trabajan en una situación muy precaria. Hay que reforzar el terreno para que su labor florezca. Tiene que tener una infraestructura, que es lo que necesita el creador para hacer su trabajo. Por supuesto, tiene que estar atendido económicamente y que no tenga que malgastar su tiempo en pensar cómo va a pagar el alquiler. Tienen que vivir dignamente de su trabajo.

Una buena parte del sector no está conforme con las políticas culturales en las Islas, ¿les entiende?

—Lo puedo entender, pero la Administración no es como la empresa privada, donde todo es más ágil. En este sentido, el Institut d’Estudis Baleàrics (IEB) tiene que ser un ventanilla única para permisos, para subvenciones, para todo. Así se agilizan todos los trámites. Y por supuesto, tiene que haber transparencia cuando hay dinero público. La máxima posible.

También se reclama más participación ciudadana en la toma de decisiones.

—Tenemos muchas reuniones pendientes con asociaciones y colectivos para conocer sus necesidades y carencias. El Consell de la Cultura está participado de muchas asociaciones, pero habrá más.

¿Qué pasa con el Pla de Cultura?

—El Pla de Cultura está hecho y ahora hay que darle forma para que empiece a caminar.

El Centre de Fotografía Catany y la sede de la Simfònica son dos de los grandes proyectos de la Conselleria.

—El Centre Catany es ahora mi prioridad, se empezará a construir muy, muy pronto. También espero que a finales de la legislatura la Simfònica tenga la Caja de Música. Es un reclamo histórico y con mucha razón. Es un lujo tener una orquesta como la Simfònica, merece estar considerada y atendida.

¿Cuándo tendrá Es Baluard una dirección?

—Es algo que se va a desatascar muy pronto.

¿Qué espera de los próximos cuatro años?

—Espero agilidad en todo lo referente a ayudas y subvenciones, tener buen criterio para enfocar los proyectos que valgan la pena y poder proyectarlos luego al exterior. Hay que hacer piña y ensalzar nuestro patrimonio cultural. Balears debería ser el referente cultural del Mediterráneo. Es decir, tenemos que situar a la cultura en el sitio que se merece, que debería ser el mejor.