El arquitecto Javier Aramburu con su equipo, excavando en la cueva. | Jaume Morey

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Mientras trabajaba sobre el terreno en una cueva ubicada en la localidad de Estellencs, en mitad de la nada, «apenas se aprecia visualmente», el arqueólogo Javier Aramburu recibió una llamada de teléfono de un desconocido. Al otro lado de la línea, un señor le confesaba que «conocía esa cueva» y que «hacia más de tres décadas» que la había expoliado. «Arrepentido» de los hechos, un grave delito, pero ya prescrito, aquel hombre entregó al experto todo el material que de allí había saqueado. Ese fue el principal germen de un descubrimiento «que me dejó con la boca abierta». En la cueva, llamada técnicamente como S.T.1. «para que no se repitan actos vandálicos», Aramburu localizó los restos óseos de más de 200 individuos de la época talayótica; pero hay mucho más. «También fue un refugio almohade», musulmanes que se ocultaron allí, en ese recóndito paraje, tras la llegada de los cristianos.

Sobre el terreno, Javier Aramburu halló tan solo un veinte por ciento de lo que la cueva escondía, «el otro ochenta lo tenía el señor que la había expoliado, y lo tenía todo, estaba intacto» después de 30 años. «Eso nos permitió poder trazar toda una cronología, completarla», detalla el arqueólogo. Y lo que allí encontró resultó ser «la cueva con más objetos de la época árabe de Mallorca», asegura. Así, de repente se topó con «objetos cotidianos de la comunidad árabe de aquella época; sobre todo, lo que se usaba entonces para hilar, como un mango de rueca, pesas o agujas», pero también «cucharas, cerámicas de todos los tipos». Con todo ese material, que califica como «impresionante», se podría «llenar una gran sala de un museo».

Tesoros

Por otra parte, además de los más de 200 muertos de la época talayótica, «encontramos verdaderos tesoros» que utilizaban esos habitantes de la cueva, como «muchísimos collares, objetos de plomo a kilos, objetos de bronce extraordinarios, que acompañaban a los muertos». En este caso, «todo este material lo había recogido el señor que la expolió y que me los entregó, no en un primero momento –me tuve que ganar su confianza, él tenía miedo a las consecuencias, al peso de la ley–, pero han pasado más de treinta años y esos delitos han prescrito».

Aún así, para Javier Aramburu llega un nuevo paso que se dará tras el estudio completo de todos los materiales, para ubicarlos «en un contexto histórico y científico», depositarlos en el Museu de Mallorca, «lo más complicado de todo». En este sentido, el arqueólogo se queja de que «el depósito en el Museu es una asignatura pendiente desde siempre». Ya lo fue «durante todos los años en los que la anterior directora, Joana Maria Palou, que se jubiló hace algo más de un año, era la responsable, y el problema continúa con sus sucesores». Primero, Bartomeu Salvà, que ocupó el cargo entre febrero de 2017 y el de este año, y Maria Gràcia Salvà, ahora al frente.

«En las casas de los arqueólogos sigue habiendo muchos materiales encontrados en yacimientos porque, simplemente, es imposible llevarlos al Museu de Mallorca».