El escritor Sebastià Portell posó este viernes en la librería Ideari, de Palma, para este diario. | M. À. Cañellas

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Ha dejado de ser una joven promesa para erigirse, con el lanzamiento de su segunda y esperada novela, como un claro referente entre las nuevas voces de la literatura catalana. No en vano, fue reconocido como el Creador de l’Any por la revista Time Out Barcelona en 2017. Narrador, dramaturgo y autor del volumen biográfico Antònia Vicens. Massa deutes amb les flores (Lleonard Muntaner, 2016), Sebastià Portell (ses Salines, 1992) publica el 12 de febrero Ariel i els cossos, que edita el sello Empúries y que gira en torno a la identidad de género, el amor, el deseo, el dolor y «los cuerpos». Este viernes habló sobre esta obra y ofreció un recital en la librería Ideari, de Palma.

Ariel i els cossos es una de las novelas más esperadas del año. De hecho, en la mayoría de medios figura como uno de los títulos a tener en cuenta este 2019.
—Dicen que la segunda novela es la más difícil de escribir, es donde un autor continúa defendiendo su voz. En mi caso, entre la primera y ésta he ido publicando otros libros que no son novelas, pero siempre se establece una relación entre las dos, a ver si te repites o cambias por completo. Igual decepciona. Es el tópico de la segunda novela, pero cuando la escribía no pensé en cómo iba a ser leída en términos de éxito o crítica, sino que fuera coherente.

¿Quién es Ariel?
—Ariel es una persona, un ser, que no necesita definirse en términos de género ante el resto de cuerpos con los que se relaciona. Eso genera problemas en su entorno, esa es la cuestión que trato en esta novela, la problemática que genera no hablar el mismo idioma, aunque sea físico, con los demás.

En la contraportada del libro aparece un cita: «Si m’haguessin deixat triar, quin nom m’hauria possat jo?». ¿Es ésta la clave de toda la novela?
—Sí, la novela quiere ser una deconstrucción de todas aquellas palabras que nos tatuamos de forma invisible en el cuerpo, si somos hombre o mujer. No nos dejan ser nada más que dos identidades y eso es lo que marca a qué cuerpos tenemos que desear y cómo tiene que ser una relación, cómo tenemos que cuidar nuestro cuerpo, qué es la salud. Otro tema que trata el libro es la salud mental.

La palabra cuerpo aparece en numerosas ocasiones. Puede tener muchos significados. ¿Cómo la asume usted en esta novela?
—Es desde el lugar en el que escribo y donde proyecto mis personajes. Es lo que tenemos todos en común, pero no sé si los cuerpos no dominan o los dominamos nosotros. Estamos siempre vinculados a un cuerpo. Es hora de que nos preguntemos de qué forma nos presentamos ante el mundo y de qué forma nos relacionamos unos con otros.

En muchas ocasiones, cuando desde las artes se trata el tema de la identidad de género se suele caer en clichés.
—Sí, por eso lo que quise hacer es crear un personaje difícil de etiquetar. No es una persona transexual, no ha nacido con un género ni va hacia otro, tampoco es homosexual, heterosexual o bisexual, porque no define su género. Va más allá de los binarismos, pero no llega a luchar por su identidad.

Seguro que hay muchos ‘Arieles’ por el mundo.
—Pienso que sí, que todos somos Ariel en realidad. Es imposible que nuestra identidad de género encaje con una plantilla predeterminada. Es peligroso que eso nos pase. Me gustaría pensar que Ariel ayudará a generar un choque, a descolocar al lector, para que se posicione en otros paisajes más amables.

¿Le preocupa que le encasillen como escritor LGBTQ?
—No, para nada, no me importa. Siempre y cuando sea leído en todos mis aspectos. Si la gente se fija en mis temáticas encontrará también un canto a la libertad, una denuncia y un retrato de la sociedad postmoderna, que se fijen en el estilo de mis textos, pienso que si no se ignora el resto, todo lo que sirva para matizar, suma.

La novela aparece en un momento en el que, políticamente hablando, la extrema derecha está en auge. ¿Es más necesaria que nunca este tipo de literatura?
—Siento una responsabilidad muy grande, la verdad. Pienso en todos los ‘Sebastians’ que hoy tienen diez años, y en todos los niños queer, gais, lesbianas, transexuales, las personas que no encajan en lo que se esperaba de ellas, quiero que sepan que no están solos. Que aunque vean a un mamarracho por la tele, no nieguen su forma de ser. No les tienen que empequeñecer, hay gente que les quiere muchísimo. Mi trabajo es crear belleza para ellos.

¿Dónde cree que le puede llevar Ariel i els cossos?
—Yo creo que es un paso más. Es un matiz de aquello que defiendo y me lleva a que profundice mi relación con los lectores. Lo he sudado y llorado mucho. Espero eso, que sea comprendido.