Isabel II, con un vestido bordado por ‘las mallorquinas’. Foto de Laurent, 1860. | Laurent

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Jacometrezo es una céntrica calle de Madrid en la que había varios establecimientos. Estamos a mediados del siglo XIX. Allí vendían sobrasada, ensaimadas y vino de Binissalem. En el número 17 de la calle tenían por lo menos en 1857 su taller unas bordadoras y tejedoras muy famosas, conocidas como ‘las mallorquinas’, cuyas clientas eran la flor y crema de Madrid, entre ellas a la reina Isabel II, no en vano antes habían trabajado en el Palacio Real.

No sólo hacían vestidos, también mantos para esta o aquella talla de la Virgen o de Cristo. Sus obras eran consideradas verdaderas obras de arte y envolvieron piezas cimeras de la imaginería española. En el periódico La Nación (1856) leemos que «las bordadoras conocidas con el nombre de ’las mallorquinas’ están bordando un magnífico traje de corte de raso blanco, regalo de S. M. la Reina a su bellísima hermana (la infanta Luisa Fernanda), que no quedará concluido hasta mediados del mes próximo»; mes y medio se tiraban en bordar el traje de marras.

En 1857, gracias al periódico La España, sabemos que el primer traje que lució Isabel II tras alumbrar a Alfonso, príncipe de Asturias, futuro Alfonso XII, salió también del obrador de ‘las mallorquinas’. La reina lució un «riquísimo vestido de tercio pelo carmesí, bordado de oro y cuya hechura es a la moda del tiempo de Luis XV».

‘Las mallorquinas’ eran cinco hermanas felanitxeres, hijas de Josep Gilart Antich y de Magdalena Jiménez, que abrieron un taller en Madrid. En 1845, una de ellas, Rosa, fue elogiada en el periódico El Heraldo por «dos mantillas para caballo bordadas en oro». Bordaron Rosa y Magdalena incluso el escudo de España que presidió el Congreso de los Diputados.

Estas bordadoras tuvieron cierta influencia sobre la reina, buena prueba de ello es que a través de ellas, Isabel II, mandó un cáliz de plata al santuario de Sant Salvador de Felanitx. Tenemos también constancia de que en la segunda mitad del siglo XIX se vendían en varios comercios matritenses blusas mallorquinas a 7 reales; mantas de lana mallorquina en el Gran Almacén Las Palentinas (calle Montera) y en varias tiendas de Madrid disponían de telas que venían de Mallorca para hacer faldas y delantales.