El cantante y compositor Kiko Veneno, quien actuará en la Revetla de Sant Sebastià de Palma, en una imagen promocional. | Kiko Veneno

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1975. Kiko Veneno y los hermanos Raimundo y Rafael Amador fundaban Veneno, uno de los proyectos más dotados del Nuevo Flamenco, un estilo que cruzaba el sentir del flamenco con la impronta del rock sin perder su regusto sureño ancestral. Tras su disolución en 1978, Kiko Veneno (Figueres, 1952) ha desplegado su seducción en un puñado de discos que destacan sus formas trovadorescas, en los que la música es casi una excusa para articular unos textos repletos de personajes fascinantes, casi siempre a merced de la realidad. Con su voz raspada, su elegancia y la precisión de un maestro renacentista, Kiko forja canciones que se defienden solas, como las de Sombrero roto (2019), su nuevo LP, que presentará en la Revetla de Sant Sebastià este próximo sábado 19 de enero.

La higuera, primer single de Sombrero roto, ¿es la canción que mejor representa a su nuevo LP?
—No lo diría, es un disco con canciones muy variadas.

¿La guitarra es un buen refugio cuando el mundo le agobia?
—Si, siempre. La guitarra y la música son medicina.

¿Qué ha perdido por el camino en estos más de 40 años de carrera?
—El salvajismo que había en aquellos primeros discos y la ganas de romper con todo.

Willie Nelson utiliza una sola guitarra, que está destrozada. Asegura que si algún día se le rompe abandonará la música. ¿Le entiende?
—Perfectamente. Aunque te aseguro que ya se cuidará él de que no le pase nada a esa guitarra.

¿El artista nace o se hace?
—Yo creo que nace, porque el artista tiene una forma distinta de ver la vida. Es como bailar, no baila el que quiere sino el que puede.

Raimundo Amador dijo que el reggaeton ‘es una mierda’, ¿comparte su opinión?
—Aunque no me considero políticamente correcto no me gusta tratar mal ninguna música. Sucede que el reggaton, como el techno en los noventa, son modas que sepultan a las anteriores y eso siempre duele.

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Confiese: ¿algún artista impensable en su colección de discos?
—Aunque tengo unos gustos bastante corrientes, hay un montón de artistas del pop actual que ni tengo ni tendré, pero no te voy a dar nombres.

¿Con quien le gustaría tocar y no ha podido?
—Uf, con mucha gente por la que siento una profunda admiración, pero tampoco es mi propósito tocar con nadie en concreto. A veces te cruzas con otros artistas y sucede que tocáis juntos, pero no tengo ansias por colaborar con nadie en particular.

¿Y con quien no tocaría ni por todo el oro de Fort Knox?
—Hay que respetar incluso a quienes hacen música que no te gusta, porque como decía Andrés Calamaro: ‘no hay musica mala, mala es la pistola que mata a la gente’. Pero, vamos, que hay un montón de artistas a los que no le veo valor, pero como te dije antes no te voy a dar nombres.

En una entrevista se mostraba muy crítico con el grado cultural de este país, afirmaba que cada vez hay menos chavales interesados en la música, ¿a qué atribuye esa pereza cultural?
—Al consumismo esclavista, a la globalización mal entendida. Hemos cambiado la cultura por el consumismo desbocado.

¿Cuando un artista experimenta el éxito global, corre el riesgo de convencionalizarse?
—Alguien que de repente se encuentre con un cierto poder si no tiene la cabeza sobre los hombros puede descuajaringarse.

¿Se anima a decir algo en catalán o solo lo habla en la intimidad como Aznar?
—’Parlo una miqueta’ y lo entiendo perfectamente. Conservo relaciones familiares en Barcelona y Lleida y siempre he tenido una relación idílica con Catalunya, piensa que hasta los 13 años fui cada verano de vacaciones.

Desinformación, ignorancia o hartazgo, ¿qué calificativo explica mejor el auge de Vox en Andalucía?
—La desinformación lleva a la incultura; la incultura a la ignorancia y la ignorancia al hartazgo. Y la gente desinformada, ignorante e inculta siempre le echa la culpa de sus problemas a quien le señala algún manipulador. Lo de Vox ha sido una mancha negra en Andalucía. Hay quien tenía una visión idílica del Sur, pero la realidad nos ha puesto en nuestro sitio. Las zonas más pobres suelen ser víctimas propiciatorias de este tipo de situaciones.