Alejandro Fuster, Olivia Blanch, Auguste Palayer y Heloïse Le Bouvier. | Laura Gómez

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«Tenéis muchos sueños. Buscáis la fama, pero la fama cuesta. Pues aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor». Fueron las palabras de Debbie Allen, en el papel de la profesora de danza Lydia Grant de la serie Fama, durante su primer episodio.

A pesar de ser ficción, sus advertencias no podrían ser más reales. Bien lo saben Auguste Palayer, Olivia Blanch, Alejandro Fuster, Heloïse Le Bouvier y Salma Handala, jóvenes estudiantes de danza contemporánea en la Academia Angela Bruno de Palma. Su esfuerzo empieza a dar frutos en forma de becas para el conservatorio AMDA de Nueva York, el Broadway Dance Center, la Studio Harmonic de París y el Institut Arts de Barcelona.

«Es viviendo experiencias como ésta que te das cuenta que de verdad te gusta la danza, saliendo de la academia y viéndote en un entorno profesional», asegura Olivia Blanch. «Al levantarme cada mañana ya tengo una rutina prevista: ir a clase por la mañana y después pasar toda la tarde bailando en la academia. Sé que un día habrá valido la pena, porque me subiré a un escenario y podré disfrutar plenamente del aplauso que me dé el público», añade.

A pesar de tener entre 14 y 18 años, todos ellos tienen claras sus aspiraciones profesionales: «Voy a audicionar para compañías, porque no me imagino haciendo ninguna otra cosa», reconoce Blanch. «Es muy complicado dedicarse al mundo de la danza, porque hay que invertir mucho al principio para después ganar muy poco», lamenta Fuster.

Todos ellos forman parte de una nueva generación de bailarines que llegan pisando fuerte y sin miedo al trabajo duro. Con ganas de pagar con sudor el precio de la fama.