Mario Suardiaz posa tras una de sus intervenciones, en Can Vivot. | Teresa Ayuga

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Después de viajar por distintos países y conocer e investigar sobre las construcciones más características de cada uno de esos lugares, Mario Suardiaz ‘desnuda’ los materiales, les concede protagonismo e incide en la escultura como «parte, fragmento» de un todo que es la arquitectura. El artista presentó el pasado jueves una colección de sus últimas piezas en el patio del palacio palmesano de Can Vivot, en una intervención efímera titulada Desnudos.

La propuesta mostró diferentes esculturas de «madera, metal, plástico, piedra...», distintos materiales de construcción prácticamente expuestos en sus estados «primigenios», en un mismo escenario no estático y sí vivo, activo y casi interactivo con el público. Las obras son «sencillas, pequeñas, débiles», pero también el pilar de una narración en la que la arquitectura y el ser humano son coprotagonistas, y mediante la cual Suardiaz habla fundamentalmente «de la vida». Por ello también están impregnadas de sus experiencias. No obstante, añade: «Yo quiero que cada uno saque sus propias conclusiones, sus propias lecturas de lo que ve, sin asfixiar, dejando espacio al espectador». Todos los elementos juntos, envueltos por una pieza sonora de elaboración propia, llenaron Can Vivot para «conformar un todo, un conjunto y es entonces cuando cobra sentido y cada uno asume su función», apuntó el artista, que en breve se trasladará a vivir a Berlín para iniciar un nuevo proyecto.

Las esculturas iluminadas de Suardiaz dialogaron anoche con el edificio del XVIII y abandonaron su condición estática natural para alcanzar otra dimensión más actual, más acorde a los nuevos ritmos, y dar alas a sus ganas de «vivir, a mis ansias de aprender y conocer lo que me rodea».

Las anteriores propuestas de este artista se pudieron ver en la última edición de la Nit de l’Art.