Fotografía de archivo, del 17/01/2013, del fotógrafo sevillano Rafael Sanz Lobato, | Ra

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El fotógrafo sevillano Rafael Sanz Lobato, Premio Nacional de Fotografía 2011 y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2004, ha fallecido este miércoles a los 82 años en Madrid, según han informado fuentes familiares.

Su capilla ardiente está instalada en el tanatorio de La Paz de Alcobendas (Madrid), donde está previsto que este jueves a las siete de la tarde se proceda a la cremación de sus restos, cuyas cenizas serán esparcidas en un lugar que no han determinado.

Su hijo mayor, Rafael, ha explicado que su padre, «fumador empedernido», ha fallecido hoy, a las 11:30 horas, en su domicilio de Madrid como consecuencia del cáncer de pulmón que se le había detectado hace unos meses.

El artista, en palabras de su hijo, fue «un especialista en la fotografía y maestro del blanco y negro».

Sanz Lobato, nacido el 5 de agosto de 1932, pertenecía a la generación de fotógrafos de posguerra que, a partir de los años 50, ofreció una excepcional producción documental.

Hijo y nieto de ferroviarios -su abuelo había sido fogonero, y su padre un maquinista de locomotoras-, Sanz Lobato se aficionó a la fotografía desde la infancia, desarrollando como «amateur» gran parte de sus extraordinarias series de documentalismo antropológico, retrato y bodegón.

Su familia se trasladó a Madrid en 1941 y fue en la capital donde se inició como fotógrafo.

«No te imaginas cómo era aquel Madrid. Me gustaría haber fotografiado las colas del Auxilio Social con aquellos niños llenos de remiendos y el pelo rapado, o el charlatán que se subía encima de una caja en la calle duque de Alba», explicaba.

A los 22 años consiguió su primera cámara y aprendió de manera autodidacta los secretos del revelado y positivado, según recuerda La Fábrica en un «Photobolsillo» dedicado a él, que se presentó el pasado día 6 en Madrid.

En los años 50 buscó la compañía de otros fotógrafos para compartir con ellos su pasión, primero como miembro de la Real Sociedad Fotográfica (RSF) y después a través de la Colmena (de la que es cofundador) y del Grupo 5.

Su singular obra documental, de extraordinario valor social y antropológico, se desarrolla entre 1952 y 1972.

Destacaron sus series fotográficas de gran valor documental y antropológico como «A Rapa das Bestas» (Pontevedra, 1970-1975), «Bercianos de Aliste» (Zamora, 1971), «La Caballada de Atienza» (Guadalajara, 1970) o «Auto Sacramental de Camuñas» (Toledo, 1969-1970).

Sanz Lobato, que era padre de tres hijos (Rafael, José María y Gema María) y abuelo de cuatro nietos, se convirtió a los 45 años en en fotógrafo profesional, dedicándose en exclusiva durante varios años a la publicidad y a la fotografía por encargo.

Al cabo de un tiempo, decidió recuperar, con el apoyo de su amigo Jessi Fernández, su faceta creativa y empezó a colaborar con representantes de las nuevas generaciones como Alberto García-Alix o Chema Conesa.

En su madurez desarrolló una faceta creativa que se cristaliza en sus personales bodegones, obras que precisan de un largo tiempo de preparación.

Son «desechos industriales» que luego ilustra y sobre los que aplica una compleja técnica de larga exposición y corto revelado.

Consideraba que el principal enemigo de un fotógrafo era él mismo: «Yo tengo la fotografía en la cabeza y, si no la consigo, no paro. Hay mucha foto fallida».

El último bodegón que realizó fue en 2008, cuando sus problemas de visión, que finalmente le afectaron a ambos ojos, le obligaron a renunciar a su pasión.

En 2011, Rafael Sanz Lobato recibió el Premio Nacional de Fotografía, galardón que reconoce el trabajo de un fotógrafo cuya obra permaneció velada durante años.

La fotógrafa Cristina García Rodero ha destacado en declaraciones a Efe al conocer la noticia que las imágenes de Sanz Lobato sobre Bercianos de Aliste le «animaron» a realizar un trabajo fotográfico sobre España.

«Se lo dije y siempre me lo agradeció. Se ha ido un magnífico fotógrafo. Ha tenido su exposición, se le ha reconocido y en ese sentido me alegro muchísimo, porque ha habido otros de su misma generación, como Paco Gómez, que no tuvieron esa oportunidad. Me alegro muchísimo de que haya sido Premio Nacional», ha aseverado la también premio nacional de fotografía en 1996.