El artista Josep Maria Alcover, sobre una de sus obras que exhibe en Barcelona.

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El año 2006 marcó un punto de inflexión en la obra del artista Josep Maria Alcover (Palma, 1950). Intervinieron en ello varias cuestiones, algunas tangibles y vinculadas a la experimentación con nuevos materiales y otras puramente vivenciales. Esa «metamorfosis» madurada en silencio, en un retiro voluntario y fructífero, generó un torrente de creación que se puede ver en el Centre d’Art Tecla Sala de Barcelona con la exposición El moll de l’os.

La muestra es, sin duda, «la más completa que he hecho en mi vida. Es un momento muy feliz», compartía el creador desde Mallorca. Casi un millar de piezas escultóricas, además de dibujos, textos o vídeos, conforman este proyecto retrospectivo que le propusieron hace unos años desde este espacio catalán. Gracias a él se puede descubrir a un Alcover «más orgánico», «sensitivo» y «subjetivo». «Ha habido una catarsis», un tránsito de lo geométrico a lo «celular» en el que el cuidado y la dedicación a los procesos se mantiene. Alcover alcanza una nueva madurez, que le permite abandonar el discurso racional constructivista para «dejar paso al azar, la improvisación. Hay más jazz», reconoce.

El moll de l’os entra de lleno en «la esencia de las cosas, en el tuétano», pero dejando libertad al espectador, «al artista receptor», para que interprete e imprima en cada obra su particular discurso. La muestra, que podrá verse hasta mediados del próximo mes de junio, presenta a lo largo de dieciséis salas a un escultor «más expresionista» que no persigue «impresionar con conceptos nuevos o didácticos».