El director Josep Vicent, titular de la Simfònica de Balears, posa para esta entrevista en su estudio de Palma. | Xisca Comas

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El trabajo de Josep Vicent con la Orquestra Simfònica de Balears se entiende sentado al otro lado del escenario. Su ilusión y entrega dentro y fuera del escenario no son casuales, son la esencia de una praxis profesional ligada a una forma de vida, o quizá a la inversa. No maquilla, ni rebaja los momentos «difíciles», pero se aferra a la nueva sonoridad de la Simfònica como ejemplo de que las heridas se cierran. El maestro reconoce que la OSIB necesita mejoras, mirarla «con amplitud». Antes de retomar el estudio de Romeo y Julieta (7 y 8 de junio en el Principal), concluye: «Me siento agradecido e ilusionado».

—Dicen que algo ha cambiado en la Simfònica. ¿Qué ha conseguido?
—En los últimos conciertos de la temporada la orquesta está alcanzando una sonoridad que a mí me gusta, transmite una enorme energía y un mensaje, y es el resultado del trabajo de todos. Eso sólo se consigue cuando se produce un alma colectiva. A esta orquesta sólo hay que quitarle los tapones que no le permitan expresarse porque es un gran instrumento.

—La música ha sido terapéutica para el colectivo...
—Por supuesto.

—¿Cómo se encontró la orquesta a su llegada?
—Lo musical no es ajeno a nada. Las complicaciones a otro nivel afectan y cuando llegué la Simfònica tenía muchos problemas y necesidades de dedicarse a su trabajo de mejora y de búsqueda diaria.

—¿Sigue habiendo músicos enfadados?
—Mejor pregunte a cada uno...

—¿Qué expectativas tiene?
—Me las genero cada día. El trabajo no ha hecho más que empezar, hemos superado una primera etapa y ahora hemos conseguido el sonido del que yo hablaba cuando llegué. Aún así la OSIB necesita mejoras en plantilla, un impulso muy fuerte. Es de admirar el esfuerzo que han hecho las instituciones para tenerla en pie, pero una vez superado eso, no nos quedemos ahí. Las tonterías pequeñas no pueden ser un problema. Hay que unir esfuerzos, trabajar con perspectivas amplias. Aquí no hay medias tintas, somos una institución que tiene una responsabilidad con una tierra que vive mayoritariamente de su imagen.


—En plena crisis, ¿pensó en abandonar?
—La relación entre un director y una orquesta es de amor. Es muy difícil que se produzca ese puente que hemos ido teniendo en las últimas semanas. He dirigido muchas orquestas y es complicado que se produzca esa química que nada tiene que ver con las calidades. Y claro que ha habido momentos difíciles, sobre todo, cuando pretendes llegar más lejos y provocas convulsiones.

—¿Y qué pretende?
—Me gustaría ver a la orquesta en el 100 % de sus posibilidades, de sus recursos, para trabajar con dignidad.

—Sabe que en el pasado le reprocharon unos patrocinios...
—Nunca dije que iba a traer nada, soy director de orquesta. Me dedico hacer música con toda mi entrega, pero creo en un modelo de gestión que, cuando pone por delante el bien artístico, acaba generando un valor que la gente quiere comprar.

—¿Qué necesita la orquesta, además de dinero?
—La orquesta tiene un problema grave en la sala de ensayos.

—¿Qué le parece que le criticaran por traer a la The World Orchestra para Michael Nyman?
—No voy a perder mi tiempo en opiniones cortas de mira. Traje a todos mis contactos desde que llegué y trato de implicarlos en la realidad de esta Isla. Lo seguiré haciendo.

—Recuperan Bellver. ¿Diferente al que programó el año pasado?
—No tienen nada que ver, es otro momento también. Habrá muy buen repertorio para un nuevo principio. Desde mi experiencia, cuando un festival se corta un año, crees que no ha pasado nada, pero es un pequeño reinicio y así hay que vivirlo.

—¿Qué ilusiones tiene para su última temporada?
—No personalicemos, tampoco importa si es la última o no. Mi trabajo es pensar en constructivo, porque eso queda en la orquesta y no muere. Quiero hacer la programación que ahora necesita la orquesta. En la próxima temporada estará en equilibrio la tradición y la modernidad, podremos presentar a gente magnífica y nombres de compositores de aquí con repercusión internacional. Pero no un poquito para cubrir el cupo...

—¿Continuaría más allá de su contrato?
—A mí, un proyecto de ilusión, en una tierra maravillosa como ésta y con una orquesta con el potencial que ya he visto, ¡claro que me gustaría!