oan Punyet Miró, historiador de arte y nieto del artista Joan Miró, posa durante la entrevista que mantuvo con EFE para presentar su libro de entrevistas "Al voltant de Miró", con el que quiere mostrar a los lectores el alma del pintor catalán, un hombre hermético y taciturno, a partir de entrevistas con personas que lo conocieron y trabajaron con él, como el escenógrafo Joan Baixas o el escritor Pere Gimferrer. | Toni Albir

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Nada más iniciar la entrevista, Joan Punyet Miró reconoce que ser el nieto de Joan Miró tiene ventajas, pero también inconvenientes, que irá desgranando a lo largo de una conversación centrada en su nuevo libro Al voltant de Miró, con el que quiere acercar el alma del pintor a los lectores.

Punyet Miró acaba de publicar en catalán un cuidado volumen de más de 300 páginas en el que a partir de entrevistas con trece personas que lo conocieron y trabajaron con él, como el escenógrafo Joan Baixas, el escritor Pere Gimferrer o el crítico de arte francés Georges Raillard, quiere mostrar la faceta más humana del artista.

Asegura que lo más especial esta obra, editada por la Fundación Miró, es que «reivindica la verdad, es la esencia pura de un trabajado tapiz, de una escultura o grabado y también de Miró dentro de su estudio».

Eso es, precisamente, una de las ventajas de descendiente del pintor, haberlo podido conocer comiendo una paella o viendo películas como El gran dictador, de Charles Chaplin.

En este punto, Joan Punyet indica que veía a su abuelo como una persona afable y simpática en los encuentros familiares, pero era «hermético y distante, siempre con un punto de preocupación, taciturno y distante», lo que achaca, en parte, al reflejo de aquella época, a mediados de los años setenta, tras morir Franco y estar trabajando para la creación de la Fundación.

«Para un hombre de 85 años, mi abuelo realizaba una cantidad de trabajos inimaginable, porque tenía la obligación de ser artista y coger el relevo de su amigo Picasso. Ser artista es muy difícil y ser Miró todavía lo era más por las enormes responsabilidades políticas que tenía», apostilla.

Punyet Miró rememora que empezó a pensar este libro hace casi veinte años al entender que tenía la «obligación moral» de compartir con la gente las vivencias de su abuelo y de lo que él pensaban personas que lo trataron muy de cerca y que todavía vivían.

Hombre elegante, que utiliza sombrero habitualmente y que en una de sus manos luce el enorme anillo que Alexander Calder le hizo a su abuela Pilar en 1930, comenta que Miró siempre quiso devolver a la sociedad lo que esta le había dado.

«No era solo un pintor que pintaba soles y lunas. Era un hombre comprometido con su tiempo, que apostaba por reforzar la democracia en España».

A su juicio, era un hombre «antisistema, dentro del sistema para mejorar las cosas, siempre a favor de la democracia» y si no abandonó el país como hicieron otros como Picasso fue por ese motivo.

En el libro, en una de las entrevistas, se explica que cuando Franco ordenó la ejecución del anarquista Salvador Puig Antich, su abuelo «llamó al Papa para que intercediera ante Carmen Franco y se pudiera parar la ejecución».

Adelantado a su tiempo

A la vez, rememora que siempre tuvo el instinto de ir «a contracorriente y de no aceptar las leyes de la especulación en el mundo del arte, quemando sus telas en el año 1973». «Miró -prosigue- siempre fue cuarenta o cincuenta años por delante de su tiempo, igual que su obra».

Sin entrar a comentar lo que está ocurriendo en Portugal con los lienzos que pertenecen al estado luso, Joan Punyet Miró, en cambio, no rehuye tratar sobre los inconvenientes que tiene ser descendiente de Joan Miró.

«No me puedo equivocar -afirma- y tengo que revisar al cien por cien que no haya errores y que en las entrevistas se refleje al personaje que había detrás de la máscara. Por otra parte, el dinero te puede matar y gestionar a Miró es gestionar un patrimonio mundial, una responsabilidad terriblemente compleja».