Toni Catany, en una imagen tomada en Barcelona | Redacción Cultura

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La última voluntad del fotógrafo Toni Catany, fallecido hace seis meses de un ataque al corazón a los 71 años, fue que su patrimonio pasara a la fundación que llevará su nombre, aún por constituir. Lo manifestó en su testamento hológrafo, en el que nombró al escritor y poeta Miquel Bezares y al gestor cultural Antoni Garau como sus albaceas. Ellos son los responsables ahora de gestionar su legado, de levantar el proyecto del Centre Internacional de Fotografia en Llucmajor, de satisfacer el deseo del artista.

Miquel Bezares y Antoni Garau, amigos del autor, se comprometieron en reunirse con las administraciones para agilizar los trámites del proceso. «Creemos que continúa habiendo una urgencia por parte de las instituciones que se han de implicar de manera seria en el proyecto porque cuando Toni [Catany] se murió estábamos en una parada técnica, a la espera. Y nos llegan mensajes de que existe una voluntad de retomar esto, pero se ha de concretar, no bastan las palabras», expresó el escritor Miquel Bezares durante la mañana de ayer en el Claustre de Sant Bonaventura de Llucmajor.

La gestión de los bienes de Catany, que constan de dos casas y un vasto fondo fotográfico, analógico y digital –aún por inventariar–, recae en dos hombres de su confianza, dos amigos, Miquel Bezares y Antoni Garau, artífices de satisfacer su último encargo, el deseo expreso que Toni Cantany dejó a la sociedad: un centro fotográfico cuyo embrión se gestó un 15 de septiembre de 2008 cuando Joana Lluïsa Mascaró, entonces responsable de Cultura del Consell, presentó en Madrid el anteproyecto de la Fundació Toni Catany.