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La obsesión de Pierre Gonnord (Cholet, 1963) es la fotografía. Podría decirse que vive en ella. Ahora en Portugal, en Alentejo, junto a los últimos nómadas de Europa Occidental. El francés es uno de los grandes referentes del retrato, su obra está presente en las grandes colecciones. Su sensibilidad hacia los colectivos marginados, alejados de las ciudades, y amenazados por la globalización, es la esencia de su fotografía. Detrás de ella, y de momento latente, toda una experiencia vital que concede fuerza a sus personajes, a sus miradas y que es clave para entender la verdadera razón de ser de su obra. En Palma, en Es Baluard, ofrecerá un taller en marzo. El periodo de inscripción finaliza mañana.

—Su experiencia previa al instante del disparo de la cámara no es necesariamente conocida por el espectador, sin embargo sus retratos son capaces de proyectar el drama que silencian esos personajes. ¿Cómo lo consigue?

—Todo el resultado de mi trabajo viene de la vivencia y la experiencia larga con las personas. Ahora estoy con un colectivo nómada de Portugal. Yo no retrato a la gente nada más llegar, tengo que conocerlos y convivir con ellos. Es desde dentro cuando me entero de las historias, de las identidades de cada uno, y es cuando identifico a los personajes. El resultado es el fruto de compartir, observar y entender.

—¿Cómo se enseña eso en un taller como el que dirigirá en Palma?

—Un taller es muy complicado, es un reto grande. Implica incitar al alumno para que dé un paso adelante y descubra qué es capaz de hacer. En un taller nunca enseño técnica, no pretendo que quince alumnos salgan siendo Pierre Gonnord, sino que descubran y potencien su identidad y sus cualidades.

—Ha vivido historias potentes que difícilmente capta la imagen. ¿Recurriría a otros lenguajes para compartirlas?

—Desde hace quince días escribo unas notas personales, que no sé dónde me llevarán. Es una especie de diario, pero no es imprescindible. Yo creo que enriquece la obra, pero un texto no acompaña a una imagen.

—Es imposible no dejarse atrapar por el discurso de las miradas de sus personajes.

—Atrapan porque es gente que conozco, con la que hay una distancia cercana y eso se nota. Busco la proximidad con colectivos que no están en los centros comerciales o que si están, molestan. Busco la comunión universal, saltarme las barreras y detenerme a convivir con ellos.

—¿Qué motiva que ahora también haga paisaje?

—Las cosas surgen a partir de las viviencias. Ahora con los nómadas estoy conociendo su aproximación al animal, y ha salido un bestiario. Con el paisaje ocurrió igual, desde hace cuatro años estoy en contacto con la naturaleza. Era inevitable.

—¿El retrato le ha limitado?

—No, creo que respondemos a nuestras obsesiones. Estamos en una época en la que la creación artística a veces no es muy profunda. Creo que el artista tiene que entrar en un momento dado en un cierto sacerdocio, dedicarse 100% a su obra si quiere realmente profundizar. Sigo el ejemplo que me dan los grandes maestros, pero esto no encaja con las impaciencias de nuestro tiempo.

—¿Cuál es la influencia real de la pintura en su obra?

—Tengo varios referentes de la pintura desde el XVII, para mí los grandes maestros del retrato son españoles. La evolución del retrato hasta llegar a las pinturas sin artificios, con menos trazados y más psicología y alma es lo que me ha servido.

—¿Quién es ‘Konstantina’, que ahora vemos en Es Baluard?

—Es la historia de mi encuentro con un grupo de rumanos gitanos nómadas en Madrid. Ella es la joven de la familia, una mujer tímida, casada con 14 años, con responsabilidades,... Me conmovieron su sensibilidad y sus silencios. Quería que ella tuviera su lugar en la sociedad. Para mí era importante que hablara.

—¿Cuesta desprenderse de esa gente?

—A muchos los veo o hablo con ellos por teléfono. Al ver los retratos, y aunque hayan cambiado y pasado años, conservo el calor del encuentro con ellos en mis huesos.

—¿A quién no podría fotografiar?

—A la gente con la que no empatizó. Hay colectivos por los que tengo menos simpatía, pero quién sabe si algún día me da por fotografíar a un banquero.

—¿Cómo recibió la bajada del IVA en el arte?

—Debería ser para todo el mundo. Los artistas ahora no ganamos nada, llevo años sin vender mis fotos. Vivo de otras cosas, con proyectos con la universidad, doy clases, asumo encargos, ... Todo para poder financiar mi trabajo. Pese a todo, yo sigo haciendo fotos. Nada me para.