El poeta palestino Bassem Al-Nabriss vive desde hace casi un año en Barcelona como refugiado político, tras huir de su país de origen debido a la persecución de los líderes de Hamás. | Nacho Jiménez

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Dos granadas explotaron una tarde de 2007 en la casa del escritor Bassem Al-Nabriss en Palestina, su país de origen. Perseguido y «condenado a muerte» por el movimiento de resistencia islámica Hamás a causa de sus artículos en prensa, en los que hablaba «del ser humano universal y de su libertad», llevaron al poeta a pedir ayuda al PEN Català y a otra institución sueca para escapar como refugiado político. Lleva once meses en Barcelona y, aunque ahora tiene libertad para conducir su vida y su obra, todavía no ha podido trasladar a su familia a España y así aclarar qué le deparará el futuro. Anoche, Al-Nabriss recitó algunos de sus versos en la Nit de la Poesia que se celebró en el Teatre Principal de Palma, acto cumbre del Festival de Poesia de la Mediterrània.

—¿Cuándo asimiló que debía salir de Palestina?
—Surge tras el asesinato de un poeta y de un artículo mío en prensa sobre el tema. Tras su publicación, lanzaron dos granadas en mi casa, pero afortunadamente nadie de mi familia salió herido, aunque yo sí, en un ojo. Entonces, los líderes de Hamás, que ya me conocían por mi obra, me condenaron a muerte. En ese momento me di cuenta de que debía huir.

—¿Cómo afectó esa presión en su vida familiar y profesional?
—Influyó muchísimo. Pasé ocho meses sin escribir después del lanzamiento de las granadas. Estaba siempre rodeado, perseguido y vigilado por gente de Hamás, incluso por mis vecinos o algunos familiares, que me pedían que volviera a la religión, porque yo no soy creyente. A mi hijo le acosaban en la escuela y mi mujer tenía que vestir con el atuendo musulmán para que no la reconocieran.

—¿De qué manera influyó esa situación en su obra?
—La política quema a la poesía, y mi batalla es separar esas dos cosas. Mi poesía no está tocada por hechos políticos, yo hablo de las personas como seres universales, de su vida y de su sufrimiento.
—¿Cómo ha cambiado su vida desde que llegó a Barcelona?
—Siento una libertad completa, que traslado a mi obra. Estoy escribiendo mucha poesía y también relatos cortos. Mi lucha ahora es traer a mi familia y tener una vida mejor.

—¿Conoce la poesía que se hace en España?
—Por el problema del idioma no he leído mucho, pero por mi conocimiento personal me siento muy atraído por lo que aquí se hace, es atractivo y con mucha luz, muy mediterráneo.

—En noviembre regresará a Palma para los actos del PEN Català.
—Sí, pero todavía no sé muy bien lo que haré, ahora estoy concentrado en escribir mucho.