El director de orquesta Álvaro Albiach posó ayer para esta entrevista al finalizar el ensayo con la Simfònica.

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La Segunda Sinfonía de Brahms le situó hace sólo un año frente a la Simfònica en el Auditòrium. El director de orquesta Álvaro Albiach (Valencia, 1968) regresa ahora a Palma para hacerse cargo mañana de un concierto de temporada que debía dirigir Salvador Brotons, titular de la orquesta despedido hace unos días. Albiach, al frente de la Orquesta de Extremadura, analiza la situación de las orquestas en España y valora particularmente la balear.

—¿Cómo le llega la invitación para este concierto?
—Fue hace sólo unos días. Es algo que le tengo que agradecer a Josep Vicent. Ya nos conocíamos y él sabía que conozco el repertorio y que lo podía hacer en muy poco tiempo. Este concierto para violín entraña la dificultad de que la escritura de Brahms es como muy envolvente, y tiene un nivel de inspiración cercano a los ángeles. Tendré la oportunidad también de ver en directo a Francisco García Fullana, un violinista con un talento destacable.

—Dicen que pertenece a una generación de directores que están dando aire fresco a las orquestas.
—Lo que yo intento es trabajar desde un punto de vista más cercano a la orquesta. Es complicado generalizar, pero durante mucho tiempo se ha trabajado de espaldas al colectivo. Creo que hay que escucharle, tomar notas de sus inquietudes y, en la medida de lo posible, hacer las cosas de la forma más adecuada para todos.

—¿Y eso revierte en la programación?
— El tipo de propuestas que uno tiene en la cabeza puede que sí sean distintas a lo que tradicionalmente se ha hecho y creo que este es un buen momento para destapar nuevas ideas, nuevos caminos... Pero también tenemos que tener en cuenta que vivimos una situación muy marcada por la penuria económica y cualquier programa depende de los euros de que dispones.

—Su orquesta ha vivido una situación crítica este último año. Recortes, amenazas de ERE... ¿Cómo sobreviven?
—Con un presupuesto justo para pagar las nóminas de los músicos. Algo parecido a la realidad balear.

—¿Cree que el sector privado va a ser el 'salvador' de las orquestas?
—Lo que creo es que el modelo va a cambiar porque las circunstancias nos obligan. No creo que vuelvan los tiempos de bonanza ni que el sector privado vaya a irrumpir y salvar la situación. Primero, porque está castigado y, segundo, porque no hay cultura de inversión, de mecenazgo. En España hay un problema grande, los políticos cuando hablan de productos culturales sólo ven números y no lo que hay detrás. Las orquestas no son empresas que tienen que tener beneficios o se cierran.

—¿Comprende que un director sea despedido por mostrar su desacuerdo con la gestión, como le ha ocurrido a Salvador Brotons?
—En estos conflictos siempre hay dos versiones. Habría que escuchar las dos partes. A Salvador casi no lo concozco, pero todo lo que he escuchado de él y todas las referencias que me llegan son muy positivas.

—Los músicos también manifestaron su rechazo a la gestión pública, de fuertes recortes económicos. A un director no se le tolera, ¿no?
—La titularidad de una orquesta es un cargo de confianza, los directores vamos y venimos. Cuando hay problemas, el entrenador del equipo de fútbol es el primero que salta.