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Para William Waldren (1924-2003) la arqueología no era una profesión, sino una filosofía, una manera de entender la vida. La Fundació Coll Bardolet inauguró ayer la exposición retrospectiva William Waldren: de l’art a l’arqueologia ante decenas de personas. Su viuda, Jaqueline Waldren, dijo estar «muy orgullosa de que Valldemossa pudiera conocer más profundamente los hallazgos de Bill durante más de cincuenta años en Mallorca».

La directora de la fundación, Amanda Corral, introdujo el acto con una explicación de lo que el público encontrará en el espacio, dividido en dos plantas dedicadas al artista y arqueólogo neoyorquino. Una de las plantas de la Fundació Coll Bardolet «alberga una sala dedicada a la pintura y otra centrada en la escultura. Otra está reservada a sus desubrimientos arqueológicos», explicaba Corral, ante la atenta mirada de Tomeu Estaràs y Genia Tobin, miembros de Els Valldemossa.

Posteriormente, José Antonio Serrano, amigo del «profesor» Waldren, lo definió como una persona «sensible, carismática y polifácetica, descubridor de la prehistoria de Valldemossa. Así era el «soñador» William Waldren, Bill para los amigos.